El Recuadro

El Mundo de Andalucía, miércoles 8 de octubre de 1997

Latín de la Bética

 

El Rey, al inaugurar el curso en Valencia, dijo que había que darle más sitio a las Humanidades en los planes de estudio. Esperanza Aguirre, la ministra de Cultura, cada vez que pronuncia un discurso, dice que hay que darle más sitio a las Humanidades en los planes de estudio. Muchas palabritas finas, pero las Humanidades en los planes de estudio están más olvidadas que el espíritu del Estatuto Andaluz, por poner un ejemplo. Entre Primaria y ESO que dijimos, estamos haciendo unos estudiantes que son magníficos especialistas en nada, virtuosos de las técnicas de aprobar los exámenes con respuestas codificadas. Cualquier bachillerato antiguo daba más conocimiento de las Humanidades que muchas licenciaturas de ahora. Nadie se escapaba del latín, ni de la Historia, aunque fuera derechito a Ciencias. Aunque, claro había excepciones, como la broma que suele gastar Camilo José Cela:

--- Soy escritor porque gracias a los entresijos de los planes de estudio del Bachillerato me libré de estudiar Gramática y Preceptiva.

Otros, claro, somos escritores por todo lo contrario, porque gracias a los planes de estudio tuvimos que aprender mucho latín, mucho griego, mucho manual de Guillermo Díaz Plaja, mucho Quijote en Preu y mucho Libro del Buen Amor con López Estrada en la Facultad de Letras.

Hago este exordio, porque la Santa Madre Iglesia ha puesto al día su vocabulario latino y no sé para qué, si el latín en la Iglesia sólo se usa si es en la iglesia de la Hermandad del Silencio y en función principal de instituto. Aquí, por lengua ecuménica, hasta la Iglesia adopta el inglés. Si en la boda de la Infanta, por ejemplo, hubieran rezado el Parternoster Qui Es In Coelis en latín, lo hubieran podido decir en la misma lengua todos los asistentes, miren qué forma más culta de superar los problemas de las lenguas peninsulares. Pero, claro, los asistentes a las misas ya no se saben el Paternoster en latín, hemos dejado el latín en manos del Padre Apeles y del Palmar de Troya y de los partidarios de monseñor Lefevre, que es como depositar el tesoro de la Constitución en los fachas.

Si en algún sitio se debiera cultivar el latín debería ser aquí, en la Bética. Rafael Montesinos nos lo recuerda en el colofón de cada libro nuevo, donde pone siempre: Laus Baeticae. Que traducido resulta: Viva Andalucía. Decir Viva Andalucía en latín es como decirlo desde más lejos, gritarlo desde más hondo, desde los hondones del corazón de la Historia. Aquí de la romanidad nada más que se reclaman los partidarios del Mérida C.F. Jugando el Betis la otra noche allí, pude ver una pancarta del fondo sur que ponía: "Roman Power". Poder romano. Eso es lo que deberíamos reivindicar, como los pecholatas extremeños, el poder romano de nuestras raíces latinas de la Bética. Que, como dijo Alfonso Canales y le copió Antonio Gala, "no es moro todo lo que reluce".

En Mérida, en la sonada ocasión que vieron los siglos del ascenso verdiblanco a primera, Rogelio el de Trifón, Pepe Borbolla, José el de la Tomasa, Manuel Mairena y otros béticos ilustres se encontraron con ese fervor romanizante de los pecholatas de Emérita Augusta y hallaron sus propias raíces andaluzas. Allí surgió la idea del Betis Augusto, que es como ponerle al Trajano de Itálica las botas blancas de Alfonso y la camiseta de Finidi a Adriano. Allí surgió el grito de la latinidad bética, que es Laus Baetis Bonus, viva mi Betis bueno, que no nos lo merecemos. Claro que lo que no nos merecemos es este olvido de las raíces, de las Humanidades, en una tierra paridora de arte como la nuestra. Los niños creen que Góngora es un poeta de la Generación del 27 que dio una capea en Pino Montano y que Velázquez es uno que fue presidente de Telefónica. Ni siquiera podemos seguir la guasita vaticana de poner nombres latinos a las cosas, porque nadie nos entendería. Aquí latín, latín, lo que se dice latín, aparte de la Hermandad del Silencio, sólo saben los toros de Eduardo Miura.


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