El Recuadro

Martes, 21 de octubre de 1997

Este Fraga, este Aznar

 

Marchando una de moviola, Burgos, déle usted atrás hasta el congreso de la refundación del PP en Sevilla, que lo pide aquí don Javier para que cuente usted a los lectores de EL MUNDO lo que le dijo usted el domingo en Sevilla. Que le decía aquí al amigo que este Fraga no es pensable sin aquel Fraga del congreso de la refundación, como este Aznar no es posible sin aquel Aznar. El gran éxito de la derecha española fue poner a Fraga donde está Fraga y a Aznar donde está Aznar. ¿Autores de la operación, consagrada en aquel congreso de la Sevilla pre Expo, en 1990? Pues Aznar, Rato y Juan José Lucas. Ni aquel Fraga, mi querido amigo, hubiera nunca haber podido ser el cartel electoral para desalojar del poder al felipismo rampante y trincante, ni este Aznar hubiera sido posible sin la generosidad de un don Manuel que lo comprendió y se hizo Strauss y se metió en una Baviera llamada Galicia. El toro pone a cada uno en su sitio, y el arte de la lidia del corniveleto del felipismo fue poner a cada cual en el suyo. Aquel Fraga que no hablaba gallego nunca hubiera podido estar tres mandatos consecutivos en la presidencia gallega, como el PP sin Fraga tampoco podía haber puesto a Galicia tan de dulce como don Manuel la ha puesto, horma de su zapato, zapato de su horma.

Entre los elogios que se dedican a Fraga en este hora, echo en falta el que le pongo. Sin aquel Fraga no hubiera sido posible este Aznar, como sin aquel Aznar no hubiera sido posible este Fraga. Con su generosidad de aceptar recluirse en Galicia y dejar el partido en manos de los más jóvenes, Fraga dio a la derecha española la llave para abrir este futuro, que está siendo lo que ni a soñar que nos hubiéramos echado hubiésemos creído que iba a ser, con la losa del felipismo en todo lo alto en 1990.


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