El Recuadro

El Mundo de Andalucía, miércoles 10 de noviembre de 1997

Sevilla disfrazada de Córdoba

Igual que escribir de Semana Santa en Cuaresma no tiene mérito, que cuando hay que echarle dos incensarios es en pleno y plano mes de agosto, cuando ha merescimiento visitar el barrio de Santa Cruz es ahora, en otoño y con la Sevilla de los nublados y los paraguas y las gabardinas y los chubasqueros y los niños deseando estrenar charcos si es que les han comprado unas botas katiuskas, huy, qué antigüedad, las katiuskas, hermana Fina Burgos, de las que vendía nuestra madre frente a la Puerta del Baptisterio, donde están los santos coloraos que luego supimos que eran de Mercadante de Bretaña...

Así que como la mañana estaba nublada, me dije: ¿Qué hago? ¿Me voy a La Cartuja, a Santa María de las Cuevas, a ver los Mitos, ritos y ornamentos: el arte como una religión antropocéntrica, ¡toma ya!, de Guillermo Pérez Villalta? Y me añadí para mis adentros, echando la pata alante de la sinceridad: Anda, no seas de los que se quedan extasiados porque el Gunilo de la Psiquiatría de Nueva York viene ahora a hablar de los viejos trincando un dinero muy curioso de la Consejería de Asuntos Sociales... Anda, no hagas el cateto ante la pretendida modernidad de lo que, al fin y al cabo, es pintura del Tren de los Escobazos. No olvides lo que dijo Caballero Bonald, que no es ningún un retrógrado, que por la boca de la verdad sanluqueña largó, y se atrevió a decir lo que otros callan: que ésos son monigotes grecorromanos. Y no olvides lo que añadió Pedro Costa el peliculero, que aquí hay mucho Pedro Almodóvar de Tercera División. Y mucho Chillida de Primera Regional...

Así que, como la mañana está nublada, vete al Barrio de Santa Cruz, que ahora es cuando tiene mérito, en primavera va cualquiera, ya sabes, el tópico del azahar, Sevilla, la manzanilla, la mantilla y esas cosillas que tanto dan por culillo. Vete a Casa Román, que será una maravilla de soledad con queso y jamón. Camnina por las calles estrechas, Ocnos puro de oliva... Y en tales deseos de la realidad pensando iba cuando, por Jamerdana abajo, por donde vivió Blanco White, empecé a oír una guitarra. La guitarra de uno de esos gitanitos ambulantes que, ora con la sonanta, ora con la caja betunera, sacan el parné a los guiris. Guitarra desaforada, con cante de droga y cárcel. Y Casa Román, llena de turistas. Y la plaza de los Venerables, con más veladores que la caseta de la Renfe. Como una feria. Y no puedes saborear Casa Román, y te vas andando hacia Las Teresas. Y ves que el barrio todo está convertido en un bazar. Bares y más bares, todos con veladores plantados en la calle. Un portal sí y otro también, una tienda de cerámica, de recuerdos de Sevilla. Entre tanta almoneda de los recuerdos de Sevilla es ya un recuerdo el viejo Barrio de Santa Cruz, que en nada se parece a éste, adocenado, adulterado, demasiado sacado de brillo, museado como la Catedral...

Voy por las estrechas calles y llego a la conclusión de que el barrio de Santa Cruz de Sevilla se está pareciendo cada vez más a la Judería de Córdoba. En otoño, turisteo como de primavera. Yo no sé si eso es bueno o es malo. Digo simplemente que es. Esta tienda de cerámica la he visto yo en Córdoba. Este restaurante de paella, sangría y silueta de cocinero con la carta escrita a tiza en la puerta lo he visto yo en Córdoba... Mejor. Ya no hay que meterse en carretera para ir a la Judería de Córdoba. La tenemos en el mejor cahiz de Sevilla. El Ave tenía de bueno que era espléndido para ir a comer al Churrasco o al Caballo Rojo y luego del café, la copa y el puro, darte una vueltecita por la Judería y regresar a Sevilla en el tren de vuelta de las seis... Ya no hace falta coger el Ave. Cualquier taxi, si le dices que te lleve hasta Mateos Gago esquina al Pasaje de Vila, te deja en plena Judería de Córdoba... (Matizo que Las Teresas sí que está como estaba y como Sevilla tiene que estar: Plácido, por usted sí que no pasa el tiempo...)


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