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ANDABA repartiendo libros donde se
quería demostrar que el Papa se había metido a
derribista y que era quien había demolido el Muro de
Berlín y el comunismo como proyecto y utopía. Ahora,
mientras a La Habana llega un barco cargado de
papamóviles, me dice: «Ya verás tú cómo el último
bastión del comunismo también cae con la visita del
Papa...» Le expuse mis dudas, como profesional de «La
Habana con más negritos» que soy, y no como partidario
de las pontificias milagrerías civiles. Ojalá fuera
verdad todo lo que sus partidarios esperan de la visita
del Papa. Ojalá el Papa escribiera una polonesa en forma
de habanera, como la que compuso cuando se sentó al
piano teniendo como solista a Walesa. Pero Castro no es
Walesa. Ni Cuba es Polonia con más negritos. Más que
a los cubanos de Cuba, digo yo que el Papa tendría que
echarles de paso la bronca a los cubanos de Miami, y a
los americanos de las leyes Helms-Burton, que son los que
me encabritan al personal y ponen a los CDR en pie de
guerra buscando contrarrevolucionarios hasta debajo de
las barbas del comandante en jefe. Que cuanto más
soliviantan a Fidel, más se hace el pueblo una piña.
Con esa misma política aguantó Franco lo que aguantó,
a un dictador gallego lo que mejor le viene del mundo es
una conjura internacional. Más que con el dictador, el
Papa tendría que hablar con el padre de la muchacha, con
los americanos, que torpeza tras torpeza son los que
están robusteciendo el apoyo popular a Fidel. No exagero
si al cantar la habanera del Papa repito que Miami es La
Habana con más errores, pero Cuba no es Polonia sin
Solidarnosc. Que el Papa salga por habaneras puede ser
quizá una forma de que nos salga una vez más por
peteneras la resistencia de la dictadura cubana a las
libertades.
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