El Recuadro

El Mundo de Andalucía, lunes 9 de febrero de 1998

Del Pelotazo al Barquinazo

 

Mi maestro don Abel Infanzón me ha dicho que es por la teoría de los duales barrocos de Sevilla que Burgos explica en su Guía Apasionada de la Semana Santa, pero la verdad es que aquí hemos pasado de la Cultura del Pelotazo a la Cultura del Barquinazo. Dos mascarones de proa del barco de Sevilla han pegado el barquinazo. El uno se ha ido a pique repiqué, como en aquellas sevillanas corraleras antiguas que canta Lola la Canastera (verás que te la cito, José Pablo Ruiz, no todo va a ser Coria de Juan Manuel Suárez Japón, también hay que poner un poquito de La Puebla del Río, con sus quemaítos y sus antiguas novias de Felipe González...) El otro mascarón de proa tiene una vía de agua como la que se le abrió el otro día a Alrafesa por ahí arriba por la Sevilla de las casitas "adobadas". Hablo de La Cruz del Campo (que es como los sevillanos llamamos a Cruzcampo) y hablo de Virgin Records. A pique Virgin y a pique de un repique La Cruz del Campo, de momento trescientos padres de familia a la calle y después ya veremos.

Lo de Virgin me habla de un asunto que me preocupa, y es la información que estamos haciendo en Sevilla, totalmente agropecuaria y juntera. Apenas hay más noticias que las que proceden de los centros oficiales, que no suelen ser los centros vitales. Pasé hace una jartá de días por Virgin y tenía los escaparates con los papeles del barquinazo y con un anuncio de Beta, diciendo que sus libros habían resistido al desastre y estaban donde siempre. Lo menos hasta una semana después no salió la noticia en los periódicos y en las arradios. ¿Por qué? Porque habían despedido a quince criaturitas y protestaban los sindicatos. Si no llegan a despedir a nadie y los recolocan a todos, aquí no nos enteramos de que en pleno centro de Sevilla ha cerrado una tienda de discos y libros (un centro cultural, que diría mi amigo Jesús Quintero, perito en barquinazos). Es preocupante esta Sevilla donde únicamente tienen éxito los bares, los mesones serranos, los sitios simpáticos de pescado sanluqueño, y donde aquella tienda de una multinacional floreciente, que vino a inaugurar Plácido Domingo en persona, se haya estrellado, en la perpetuación de la copla: Sevilla, ciudad bravìa/ que entre antiguas y modernas/ tiene un millón de tabernas/ y muy pocas librerías. Que cierren las tiendas de discos y libros y abran los centros nada culturales de la ola de alcoholismo que nos invade es preocupante.

Porque a mí me hubiera parecido normal que presentaran regulación de empleo en Tabacalera, con la campaña contra los cigarritos que hay, pero es totalmente impensable que en plena y lamentable Cultura de la Litrona pegue el medio barquinazo nada menos que La Cruz del Campo, que como era un negocio floreciente, la derecha económica andaluza de su accionariado se la vendió a los tíos de la Guinness, para marcar el récord del absentismo inversor de los capitales andaluces en su tierra. Me extraña que La Cruz del Campo vaya mal, cuando aquí todo es lamentable fomento del alcoholismo en los jóvenes. Esos mismos muchachos que reprenden en casa a los padres porque no se han quitado del tabaco son los que se ponen ciegos de alcohol el fin de semana. Los americanos les han enseñado que el tabaco es malo, pero los escoceses del güisqui, los ingleses de la ginebra, los irlandeses de la cerveza no les han dicho por lo visto ni media palabra acerca de una generación entera que va de tres en fondo hacia la cirrosis hepática. Me encantaría que la crisis de La Cruz el Campo hubiera venido como resultado de una campaña de las autoridades, de las fuerzas sociales y de la crema de la intelectualidad contra los nocivos efectos del alcohol en la chavalería de la litrona y los sitios de ambiente. Pero lo extraño es que la crisis de La Cruz del Campo llega cuando el domingo por la mañana hay más botellas de cerveza rotas por la calle que nunca. El caso es que entre Virgin y La Cruz del Campo, aquí hemos pasado de la Cultura del Pelotazo a la Cultura del Barquinazo.


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