La red está satanizada, ¿quién la
desatanizará...?.
Lo que f@lt@b@.
Por si la red de Internet no estuviera suficientemente satanizada, detienen en Barcelona a
un joven racista que había puesto un sitio dando instrucciones para quemar mezquitas,
apalear marroquíes y otras formas del Santiago Matamoros que desde la Reconquista acá
todos llevamos dentro. De nada vale que periódicos como El Mundo den cada día una
página enterita de información sobre la parte seria del espectáculo, el Internet de
amplio espectro que lo mismo sirve para el roto de mirar las notas de Selectividad que
para el descosido de saber qué dicen por la CNN sobre la búsqueda de la avioneta de
Kennedy. No sé cómo tiene tan mala prensa el invento que marca verdaderamente la
frontera entre dos siglos, de la Galaxia Gutemberg a la Galaxia Bill Gates. Internet es
presentado como un burdel mundial o un Caribe cósmico lleno de piratas. Los piratas de
ahora no llevan parche en el ojo y pata de palo. Los nuevos bucaneros portan armas
terribles: un teclado, una pantalla y un módem, con las que con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela, van al abordaje del sistema informático del Pentágono o
entran en los ordenadores del Ministerio del Interior.
Mayor Oreja le ha quitado hierro al ataque del pirata, que
consiguió documentos de tanta importancia como la escalilla de los sargentos patateros de
la Guardia Civil o la lista de multas de tráfico impagadas en Segovia. Ha dicho que de
pirata, nada: gamberro. Informático, pero gamberro al fin y al cabo. Claro que Mayor es
la excepción. Conoce las grandezas de Internet, que permitieron desde los ordenadores del
Ministerio que los españoles conocieran en tiempo real la amarga victoria del PP el 13 de
junio. Lo normal es lo contrario. Que se nos pinte Internet como un inmenso burdel de
tráfico de menores, un mundial barrio chino de señoras en cueros, de cochinerías en
tiempo real. De nada vale que el Consejo de Ministros apruebe la firma electrónica para
que podamos entramparnos desde casa, sin necesidad de tarjeta de crédito. De nada vale
que un mensaje electrónico salvara el otro día la vida a una chica grancanaria que
había intentado suicidarse. Que por Internet veamos los Sanfermines, sepamos en tiempo
real cómo arrasa Armstrong en el Tour o consultemos el catálogo de la Biblioteca
Nacional... de Washington. Eso no se dice. Es un invento que hay que demonizar. Cómo
será de perverso, que hasta tiene virus. A los ojos de muchos, los virus informáticos
son como las enfermedades de transmisión sexual del inmenso burdel de la red.
En vez de tanta guerra de
portales o de conexiones gratis, los responsables españoles de la red deberían hacer una
campaña para limpiar esa imagen abyecta de Internet. Peor es el teléfono. Erótico o
pirata. Con un simple escáner, aquí la piratería oficial del Reino, vulgo Cesid,
pinchó el teléfono del propio Don Juan Carlos. Por el contrario, las comunicaciones
regias por Internet sí que están bien guardadas. Nadie sabe cuál es el correo
electrónico del Rey. No, no es [email protected]. Lo digo porque le puse un mensaje a esas
señas y me lo devolvió el sistema.