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Botos de Valverde del Camino |
Hay por Sevilla una señora de lo que
entendemos por "la sociedad" (que es sólo parte de la sociedad) que se dedica a
pedir que se haga el boicot a las tiendas de los 20 duros. Dice que no se debe comprar
nada en esos sitios maravillosos de institucionalización de la ganga porque sus
artículos están hechos en países del Tercer Mundo por niños chicos, en condiciones de
trabajo infrahumanas. Si esta señora no fuera de la derecha sevillana inculta que no lee
más que las esquelas del diario funerario, diría que esos artículos están hechos por
una infancia manchesteriana en el Tercer Mundo. Pero como no lee nada, no sabe nada de
Manchester, ni el Manchester United, y la revolución industrial le suena a quema de
conventos. A la derecha de esta Sevilla que no hizo la revolución burguesa, la
revolución le suena siempre a quema de conventos.
Hay muchas señoras así. Otras propagan el
boicot a determinadas marcas de zapatos deportivos. No consienten que sus hijos y sus
nietos compren zapatillas, un poner, Nike, o Adidas, o la marcas que sea, que pongo aquí
a título curiosivo y no de denuncia, porque no me consta nada de lo que dicen. Lo que
dicen estas señoras de Ropero de la Caridad y de Rastrillo es que esas zapatillas de
deporte están hechas en Singapur, en Corea del Sur, en Formosa o en Hong Kong por niños
explotados. Creen que comprando, por ejemplo, tenis elegantones de La Cadena en vez de
esas marcas mundiales van a acabar con la explotación de menores en el Tercer Mundo.
Me hacen mucha gracia todas estas
campañas. Casi tanta como las cenas benéficas de Marbella donde se pegan el fiestón por
todo lo alto para recaudar dos millones de pesetas, en vez de aflojar directamente el
parné para la causa justa y benéfica que fuere. Aquí siempre nos compadecemos mucho de
lo que está lejos. Pobrecitos albaneses, pero a los moros de las pateras, a ver si los
coge la Guardia Civil, porque no hay derecho. Pobrecitos kosovares, pero los gitanos,
cuanto más lejos, mejor. Y con la explotación laboral del Tercer Mundo, igual.
Pobrecitos niños que hacen las zapatillas de marca en los países del Tercer Mundo. Pero
de los pobrecitos andaluces que aparan los botos camperos a veinte duros la pieza en el
Tercer Mundo de Valverde del Camino, ni palabra.
Aunque esté tan cerca, admitimos como lo
más normal del mundo que el cuero deje en cueros los derechos laborales. Los sindicatos,
de Belinda. Es voz común que Ubrique es el paraíso del dinero negro y de la economía
sumergida. Aunque en la Sierra de Cádiz, dicen que la marroquinería de Ubrique tiene una
economía más sumergida que La Atlántida gaditana de Manuel de Falla. Por la parte de
Elche, de Elda, de Villena, las fábricas de zapatos cuentan que no son tales, sino
chinchalitos familiares donde los aparadores hacen la faena sin seguros sociales, sin IRPF
y con menos papeles que una liebre. Yo sabía que Andalucía, a pesar de los tres mil
años de socialismo que llevamos ya en todo lo alto, seguía siendo el Tercer Mundo de
aquel libro que publiqué en 1972. Desconocía que Valverde del Camino fuera Tercer Mundo
de esta forma. Lo de los botos, al cambio, es Corea del Sur, es Singapur, con trabajos a
20 duros. Como esos países donde las señoras bien dicen que como explotan a la gente,
hay que hacer el boicot a los 20 duros.
Dicho lo cual, se calzan sus buenos botos
de Valverde y se van al Rocío, a rezarle a la Blanca Paloma por los pobrecitos niños del
Tercer Mundo...
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