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Gil ha matado el paisaje ante el hotel Don Pepe de
Marbella |
Los hoteles tienen encima mucha literatura. Sobre el Plaza de Nueva York
hay películas. Sobre el Ritz de París, leyendas como las últimas horas de Lady Di.
Otros hoteles, en cambio, lo que tienen encima es una desgracia muy grande. En el hotel
Don Pepe de Marbella se ha cometido un crimen. Han matado un paisaje. Se sabe quién es el
autor del crimen, que incomprensiblemente sigue en libertad. Es uno gordo, con sahariana
despechugada y el ombligo al aire, que ronda mucho por allí a bordo de limosinas o de
barcos con toallas con los colores colchoneros en los que navega a veces hasta Ceuta.
En el Don Pepe, antes del crimen impune y
no investigado, y desde que Eleuterio Población lo fundó con su proyecto
arquitectónico, llegabas, salías a la terraza de tu cuarto y tenías allí, para ti
solo, la mar entera y plena, que diría Beni, degustador de estos paisajes marbelleros del
Estrecho. A lo lejos, a tu mano diestra, Banús, el borde litoral de Estepona, la silueta
de Gibraltar al alcance de la mano. Y frente, el perfil de las costas marroquinas, el
monte de la Mujer Muerta como en un diorama, la blancura de Ceuta agazapada en la orilla,
cuyas luces veías encender a la caída de la tarde.
Llegué a mi cuarto habitual del Don Pepe,
el 317 que siempre me da Justo Sánchez. Salí a la terraza dispuesto a beberme entera el
ansia del contemplado mar de Pedro Salinas, el borde africano del Estrecho y... Ni
Gibraltar ni Hércules que lo fundó, ni Ceuta, ni Mujer Muerta ni niño muerto. No se
veía ya desde la terraza de la 317 más que un descomunal bloque en construcción, los
obreros con el pañuelo con cuatro nudos que recomendaba Guerra como atuendo de
veraneantes del felipismo, las grúas, cemento para arriba y volquete para abajo. Donde
antes estaba un solar y un pinar al borde mismo de la playa, pisando el paseo marítimo,
ahora se elevaba el crimen cometido por el facineroso asesino de paisajes cuyo retrato-
robot queda ahí arriba ofrecido a la Justicia ordinaria. Todo en él es ordinario, hasta
la Justicia de sus banquillos.
El crimen del Don Pepe va ya por la
séptima planta. Está completamente encima de la piscina del hotel. Así que el año que
viene aumentaremos notablemente el círculo de nuestras amistades en el veraneo. Antes, en
el Don Pepe, me gustaba pegar la hebra con Pedro Masó y con Miguel Castillejo. Ahora,
desde la piscina, saludaré a la afición de los balcones del edificio del crimen que nos
estará mirando. Qué cantidad de amigos nuevos vamos a hacer todas las mañanas entre los
vecinos que nos miran desde las terrazas de los apartamentos del crimen:
-- Hola, ¿habéis descansado bien?
No le perdono a ese asesino de paisajes que
se haya cargado de esta forma ese hermoso y querido trozo de la mar malagueña. Recién
vuelto del Don Pepe, ahora sí que comprendo lo que cuentan y no acaban de otros crímenes
de igual calaña cometidos por ese cruel asesino de paisajes que anda suelto por Marbella.
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