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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo,  viernes 17 de septiembre  de 1999

NUEVO:  Andalucía, Sevilla y Cádiz en la Prensa digital de hoy


El contra-homenaje

 

Muchos jornales ha dado ya a ganar en este gremio columnario el que Jaime Campmany, en su debú con picadores en Protagonistas, ha bautizado como "el Villalonga Portátil", y muchos más estipendios, como el presente, ha de devengar. La otra tarde dos centenares de devotos nos reunimos en la Biblioteca Nacional a honrar la memoria de Manuel Halcón, quien sólo por sus recuerdos familiares de Fernando Villalón está por derecho propio entre los mejores prosistas del siglo.

En la alcándara de la memoria de este Halcón estaban don Fernando Lázaro Carreter, Sabino Fernández Campo, Antonio Muñoz Rojas, Guillermo Luca de Tena, Antonio Mingote, que había llevado al estrado el dibujo de un don Manuel campero y lebrijano, señor de su buen ánimo. Sólo de señoras importantes a las que Halcón había enamorado estaba lleno más de medio salón. Todo era emocionado recogimiento, memorial de ausencias bien guardadas al autor de un "Gatapardo" anterior al de Lampedusa, "Los Dueñas". Luis Alberto de Cuenca, en nombre de la Biblioteca Nacional, había ofrecido el homenaje y había glosado la figura literaria de Halcón. Alfonso Ussía había hablado del gran prosista y el gran señor de la literatura y el periodismo. Servidor de ustedes había escanciado el aceite de un ánfora romana que se había traído en el AVE en memoria del último patricio de la Bética que guardó luto a su caballo, el "Anfanje", y que cuando tenía ya pensado acabar con su vida, mandó a su perro "Corito" al campo, para que no fuera testigo de la muerte de su amo. Rafael de Penagos había hecho una sentida semblanza del académico de la Española.

Era entonces cuando Gonzalo Anes estaba descubriéndonos como lector apasionado y devoto de Halcón el desnudo cuerpo de "Manuela", durmiendo en el jergón de la choza marismeña con su hijastro. Y fue en aquel mismo momento, cuando Gonzalo Anes se recreaba en la suerte de las palabras de Halcón sobre un desnudo de mujer, cuando allí, cruel, sin campo andaluz y sin garrochas de Villalón, sin caballos y sin perros, sin "villae" romanas de la marisma ni aventuras de Juan Lucas, sonó, insolente, el telefonito dichoso. Pero no fue, como en los conciertos o en los estrenos, entre el público. En el solemne estrado sonaba un teléfono portátil... ¡en el bolsillo de Luis Alberto de Cuenca, que estaba ofreciendo el acto! Aunque la Biblioteca Nacional está venturosa y altamente digitalizada, computerizada y microfilmada, doy fe de que su eficiente director anda chungo en nuevas tecnologías. No he visto a nadie tardar nunca tanto en apagar un inoportuno teléfono móvil como a Cuenca mientras Gonzalo Anes estaba dale que te pego con la hermosura del cuerpo de la Manuela halconiana.

A Gonzalo Anes, naturalmente, se le fue el santo al cielo. Más que de Manuela, estaba ya pendiente de Cuenca, que no conseguía apagar el teléfono. Las hermosas hembras se cruzaban apuestas: ¿lo conseguirá apagar, no lo conseguirá? Podemos, pues, decir que la otra tarde Manuel Halcón recibió en la Biblioteca Nacional el homenaje de unos amigos y el contra-homenaje de un teléfono portátil.

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