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La actriz Jamie Lee Curtis, en la fiesta de la
noche de los muertos vivientes |
I ba todavía el paso de La Estrella, Venus a lo divino de Triana,
iluminando el final de la Avenida, hacia la marcha "Virgen del Valle" de la
calle Tetuán, cuando a la puerta de Correos empezaron a llegar muchachos disfrazados como
de beduinos de la Cabalgata del Ateneo y muchachas vestidas de Bruja Pirula, de Bruja Piti
y algunas hasta casi de Bruja del Canal 47. (Inciso sobre brujas sevillanas. En nuestro
barrio del Arenal, collación del Sagrario, la vidente Concha Pino ha abierto comercio de
magia potagia y accesorios para conjuros, adivinaciones, nigromancias y otras
hechicerías. Lo ha puesto en el más adecuado lugar que encontrar pudiera de la calle
Jimios: esquina al Callejón del Duende. Por aquello de la igualdad de la mujer quizá,
los antaño famosos Duendes de Sevilla se han vuelto femeninos. Las brujas de Sevilla
tienen duende.)
A lo que iba, antes del inciso del
aquelarre sevillano de esta hora: que en la noche en que en el cielo de Sevilla brillaba
sólo una Estrella, la de Triana, empezaron a aparecer por las calles todas muchachos y
muchachas disfrazados. Cabezas de calabaza y sombreros de brujas mayormente. ¿Carnaval
adelantado? Podía pensarse: si a efectos del lucimiento de los capillitas y de la vanidad
de los cofrades todo el año es Semana Santa, ¿por qué no ha de ser todo el año, con
Larra, Carnaval?
No era por eso. Era una demostración más
de las dos caras de Sevilla. En un lado de la Avenida, el Barroco, lo que nunca muere: la
coronación de la Estrella, con un Ayuntamiento de Progreso regresando a la Contrarreforma
o poco menos. En el otro lado, nuestra ofrenda en el altar civil del Imperio americano del
que somos colonia. Las madres, por la mañana, fueron al cementerio con ramos de
crisantemos y brochas de encalar nichos. Las hijas, por la tarde, se vistieron de brujas.
Los que eran Tosantos son ahora Jalogüín. Permítanme al menos esta castellanización de
la moda americana. Aceptado que como comemos hamburguesas en el MacDonnald y como llevamos
pantalones del señor Lewis y como hemos abrazado la fe antitabaco del vaquero de Malboro,
es lógico y normal que hayamos cambiado la fiesta de los Fieles Difuntos y el día de
Todos los Santos por el Jalogüín. Permítanme esta pequeña venganza de escribir en
castellano el nombre de la fiesta americana de los muertos, los duendes, las brujas y sus
castas todas.
Transculturación se llama la figura. Por
muchos pasos que saquen a la calle los de siempre, los de ahora van por otro lado. Ya más
que la Navidad cristiana se celebra la americana Fiesta del Consumo. Más que poner
nacimientos, plantamos árboles de Navidad. Lo de los Reyes Magos es un milagro, no sé
cómo no han sido destronados ya por Santa Claus, que es del Partido Republicano como buen
conservador que es. Quitando las uvas (de Almería), una Nochevieja en Andalucía es cada
vez lo más parecido a una Nochevieja en San Francisco. La Plaza de las Tendillas va cada
31 de diciembre de Times Square. No hay que extrañarse, pues, de la importación del
Jalogüín. La globalización ha llegado también a un mundo hasta ahora tan inmóvil como
el de las tradiciones. Destruimos la riqueza cultural de nuestros ritos y la sustituimos
por las fiestas de importación, frescas y recién llegadas de los Estados Unidos. Por mí
como si se operan en la Clínica Mayo de Rochester. Mientras no me obliguen a comerme el
pavo de Nochebuena en el Día de Acción de Gracias... (Que a este paso nos lo comeremos.)
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