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Gracia de Cádiz: los trabajadores del Astillero
protestan contra Corea disfrazados de chinos |
Se manifiestan los agricultores, los estudiantes, los maestros, los
médicos, y todo el mundo cabreado, porque cortan la circulación, embotellamientos y
atascos, y si vas en un taxi tienes que pedir un crédito para pagar la carrera. Una
carrera de taxi cuando hay manifestación cuesta más que la carrera de un hijo estudiando
Ingeniería en Boston. Pero, en cambio, protestan los trabajadores del Astillero de Cádiz
y todo el mundo al suelo, pero de risa, tirados. ¿Por qué? Por el factor imaginación,
por el ingenio. En Cádiz está muy desarrollado el I+P.
-- ¿No se ha equivocado usted? ¿ No es el
I+D?
-- No, eso es de Cortadura para acá. En
Cádiz no hay investigación y desarrollo, I+D. En Cádiz lo que hay es...
-- Que mamar...
Por descontado, y lo que hay es también
I+P, Imaginación más Paro. Cuanto más paro, más imaginación. Será que el hambre
agudiza el ingenio. Nuestras ciudades son más tontas y más adocenadas cuanto más
prósperas, pero como en Cádiz, por desgracia, te encuentras con la necesidad en una
esquina como si fuera el cañón de bronce de un galeón, pues la imaginación, el
ingenio, la gracia están a la que saltan.
La frase popular dice: "Cuando el
Astillero se resfría, Cádiz estornuda". Y el Astillero ahora ha cogido una gripe de
caballo por culpa de la competencia desleal de Corea del Sur, que es que lo tiran. ¿Otra
vez al Puente Carranza, a cortar la circulación para fastidiar nada más que a los
gaditanos que demasiada desgracia tienen con vivir en Puerto Real porque no encontraron ni
un partidito en la Tacita cuando se casaron? ¿Para qué cortar el Puente Carranza, para
que el Comes no llegue a tiempo a Jerez? La imaginación al poder, dijeron los
trabajadores del Astillero. Ole. ¿Cómo se protesta en Cádiz? Pues con ingenio y con
gracia. Derrochándolas. Y pensado y hecho. ¿Qué mejor protesta que una chirigota? Pues,
hala, a representar el tipo de coreanos en plan vámonos que nos vamos, con un gorro de
flan chino El Mandarín, con un bigote pintado con un corcho ahumado y con dos parchones
en las mejillas como buenos chirigoteros. Y la pancarta.
Sólo en Cádiz podía ser escrita esa
pancarta, que dice mucho más que el más sesudo de los editoriales, que el más
apasionado de los discursos de los políticos, que el tocho más gordo del estudio de
viabilidad de un gabinete de economistas. Una pancarta con tanto ingenio que hasta estaba
escrita en caracteres chinos, como el rótulo de un restaurante de rollitos primavera: Menos
balcos pala Kolea, más tlabajo pala Eulopa. Ole. Y al que no diga ole, que se le
sequen las subvenciones del lino. Ole, ole y ole. ¿Para qué esperar al concurso del
Teatro Falla? El primer premio de coros, de comparsas, de chirigotas y de cuartetos, todos
en una pieza, para el que pensó la pancarta. Con la de palabras que hay en castellano,
buscaron todas con erre, como los meses del marisco, a fin de que cada una de las palabras
fuera un chiste. Lo que los buenos cuplés de chirigota llevan al final, en todas y cada
una de las palabras de la pancarta.
Si Aznar tuviera sentido del humor, llamaba
inmediatamente al Astillero de Cai y le encargaba, nada más que por la gracia, otro yate
para el Rey, ¿será por yates? Si Pimentel fuera de la calle Soperanis y no de
Algodonales, le daba la Medalla del Trabajo con distintivo de gracia a los diez chinos de
la chirigota Los Coleanos del Astillelo de Puelto Leal. Pero nada. Ni por
ésas se acaban de enterar que a Cádiz le tocó la china con Corea.
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