Diario El Mundo Indice de los "Jazmines" publicados

El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, miércoles 1 de diciembre de 1999


Ermua II

La ETA anuncia el fin de la tregua
La ETA anuncia el fin de la tregua

¿Es un silencio, es un miedo? ¿Qué es lo que pasa aquí? Cuando escribo, nadie se ha echado para adelante. Me parece que estoy oyendo a aquellas madres de los miedos de la dictadura: "Tú no te signifiques, hijo". ¿Es que nadie se va a significar? ¿Es que nadie se quiere significar, con lo que esto significa? Cuando escribo, nadie ha osado recitar el verso antiguo y hermoso de Gabriel Celaya: "A la calle que ya es hora/ de pasearnos a cuerpo". Ojalá me tenga que comer este papel, porque resulte que a la hora en que estas palabras conozcan varón en los tinteros de la rotativa haya sido ya convocada esa esperanza en forma de manifestación. Triste sino. Vamos escribiendo la historia a golpe de calle. En la calle, el pueblo suele adelantar por la derecha y por la izquierda, por arriba y por abajo, y, sobre todo, por la ilusión o por el coraje, a sus clases dirigentes. Lo escribo desde un pueblo como el andaluz, que un día adelantó a sus dirigentes y les dio una lección de coraje colectivo, hasta tal punto que no le veían ni la matrícula con la F de un 28 de febrero. Lo recuerdo en una España donde, ay, la historia se ha escrito en los últimos veintitantos años en la forja de la voluntad de la calle. Aquel día de enero de los crímenes del despacho de Atocha... Aquel día de febrero en que acababa de terminar una pesadilla de charol y volvimos junto a las Cortes que querían convertir en picadero del caballo de Pavía. Aquel bien que reciente y hoy tan próximo día de julio de manos blancas y nucas ofrecidas a los que no quieren nunca que la historia se escriba desde la soberanía de la calle.

Esta sí que ha sido una larga, dificultosa, dolorosa construcción nacional. Estos han sido los cimientos y los andamios, los mechinales y los encofrados de la democracia, pasito a pasito en la calle del dolor y de la rabia. Nuestra calle, como en la copla de Manuel Machado, siempre es una calle cualquiera camino de cualquier parte, menos de la desesperanza.

Nuestra calle está que espera. Como quien espera el alba. Algo tiene que surgir. Es más que probable que en nada se parezca a cuanto aconteció. El pueblo suele tener una intuición que sabe que cada momento exige un afán distinto. Salgo a la calle y huele a Ermua; noviembre se ha disfrazado de julio para no infundir sospechas; 1999, de 1997. Cristo de nuevo crucificado y Miguel Angel Blanco de nuevo secuestrado. Pero nada será igual en esta hora. Estos sentimientos que se barruntan en las gentes suelen estallar, y cuando se desbordan no hay quien los pare. Pero, al menos cuando escribo, esta vez oigo demasiado silencio, porque hay silencios que se oyen como una melodía triste. Nos parece que estamos solos otra vez. Siempre suele ocurrió. Al final nos solemos encontrar todos en la plaza para escribir la historia en las esquinas.

 

 

 


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