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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía, martes 7 de diciembre de 1999


Arenas en Marinaleda

Javier Arenas
                      Javier Arenas

El día que Javier Arenas se decida a poner en un libro la narrativa andaluza de aquella visita electoral a Marinaleda, le puede ir guardando José Manuel Lara el premio Planeta, porque no hay quien se lo quite. El día que se decida a grabar en un disco ese relato, Juan Luis Muñoz el de Tarifa y Paco Gandía deben pesar inmediatamente a los dominios de Manuel Pimentel, para que los apunte en el paro del Inem.

El relato que hace Arenas de aquella visita a Marinaleda para intentar dar un mitin del PP recuerda las mejores novelas del Oeste, Marcial Lafuente Estefanía total. Llegó la comitiva popular con los periodistas puestos y se encontraron el pueblo completamente desierto, con las puertas cerradas. Era aquella dura campaña municipal donde un carnicero de Marinaleda se había atrevido el hombre, echándole valor, a encabezar la lista local del PP. Si en el PP hubiera Laureada al valor, se la hubiese ganado a pulso el carnicero. Porque los koljosianos del lugar, los rojos de pata negra de Sánchez Gordillo, en uso del leninista "libertad, ¿para qué?", le dijeron:

-- Como sigas en las listas, enseguía vas a vender una chuleta más en tu carnicería...

El candidato se cayó del cartel, naturalmente. ¿No iba a caerse? Hombre, ante eso, cualquiera manda parte facultativo. De modo que aquella visita para el mitin de Arenas y los populares a Marinaleda fue el trabajo más inútil nunca hecho en campaña electoral alguna. Se lo olieron nada más llegar. Ya digo que pueblo del Oeste total, yo que tú no lo haría, forastero. Ni un alma por la calle. Era la hora del café de la tarde y se encaminaron a un bar. Puertas cerradas. Dentro se oían voces. Llamaron a la puerta. Salió el tabernero:

-- ¿Qué pasa?

-- Que venimos a tomar café...

-- No se puede, esto está cerrado...

-- Pero ahí dentro se oyen voces, hay gente en el bar...

-- Sí, están ahí dentro. Pero para ustedes está cerrado...

Se encaminaron, sin tomar café, a la escuela cedida por el alcalde para el mitin. Creo que sólo estaban los oradores llegados en la columna y los periodistas que los acompañaban. Hicieron un simulacro de mitin. Se fueron a los coches. Se dispusieron a volver a Sevilla, aliviados ya del mal trago. Y en el coche estaban, enfilando la carretera, cuando un periodista comentó a Arenas:

-- Ea, pues menos mal que por lo menos no ha habido incidentes...

¿Para qué lo dijo? En aquel mismo instante, todas las puertas cerradas, se abrieron. Las calles desiertas se llenaron de gentes. Rodearon en un instante a los coches y aquello no era para oído:

-- ¡Fascistas, hijos de puta, cabrones!

Cuánto han cambiado por fortuna las cosas en Marinaleda hacia el camino de la libertad, que ahora va Arenas y hasta se puede hacer fotos con los militantes locales del PP. Los gorilas blancos gozan de absoluta libertad en el zoo de Marinaleda. Sánchez Gordillo ya no está demonizado por la derecha. Aquello ya no es un trozo irredento de la Libia de Gadafi en el corazón de Andalucía, ni una URSS con trabajo comunitario, ni una Cuba sin palmeras. A Marinaleda pueden ir los del PP sin que Javier Arenas tenga luego que contar una historia para no dormir. Que no debe olvidarse que las negaciones y lágrimas de la libertad son siempre una historia para no dormir.

 


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