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El niño balsero
Elián González celebra su sexto cumpleaños en Miami |
En este mundo
globalizado de lemas y logotipos, suena como el poema que
Miguel Hernández nunca escribió: "El niño
balsero". Todo el mundo libre sopla las velas con Elián
González, el yuntero niño balsero que tuvo en Cuba nanas de
cebolla y cartillas de racionamiento. De racionamiento de la
libertad se entiende, más escasa aún en La Habana que la
leche... que la leche que mamó Fidel Castro. Todos queremos
ser los tíos de Elián, llevarlo al MacDonnald, comprarle las
zapatillas Nike, los pantalones Lee, la cazadora de cuero
Sevignon. A Elián no le van a faltar videoconsolas, instalado
como está ya en el libre mercado. Tiene detrás a la CNN que
nos hace contemplar cómo apaga las velas, pero tiene también
a la Fundación Cubano-Norteamericana, a los dólares del
bienhechor de la Telepizza, a los albaceas testamentarios de
Max Canossa, a Radio Martí, a Hermanos al Rescate . En una
palabra: tiene a Miami.
A las mismas
horas que Elián González soplaba las velas de la libertad en
Miami, otro muchacho de su edad, también en busca del
paraíso, llegaba a Algeciras. Acababa de atravesar el
Estrecho de Gibraltar escondido en un contenedor. Pero, ay,
este niño no venía de Cuba, sino que llegaba de Marruecos.
También venía en busca de la libertad, del fin de las
hambres, de la prosperidad de dibujos animados y máquinas de
marcianitos. No tenía la suerte de la desdicha de ser cubano,
sino la desgracia del infortunio de ser marroquí. Y menos mal
que pudo llegar escondido en un camión, a bordo de un
transbordador. Otros niños marroquíes tienen que pasar el
Estrecho en las pateras, con sus padres, y llegan o no llegan.
Cuando no llegan, su muerte es la misma muerte de todos los
estrechos, de todas las balsas, de todas las pateras. La
muerte de los dominicanos en el Canal de la Mona, la muerte de
los cubanos en el Estrecho de Miami, la muerte de los
marroquíes en el Estrecho de Gibraltar. Pero cuando llegan
estos niños balseros marroquíes, no hay Fundación que los
espere para sacarlos por la CNN, ni Hermanos que salgan al
rescate y les den una casa en el Condado de Dade. No hay
marroquíes ricos que abran los brazos a sus compatriotas en
el paraíso europeo de la libertad, sino parejas de la Guardia
Civil rastreando la playa de los Lances, los caminos de
Tarifa.
Desde el puerto
de Mariel no se ve Miami. Desde las playas marroquinas sí se
ve Tarifa. Se ve el paraíso ansiado y pagado muchas veces con
el precio de la muerte. Pero allí nadie espera a los que
llegan. Hay algo aún más triste que ser cubano bajo la
dictadura de Castro: ser marroquí bajo la dictadura de
Mohamed VI. De los Elianes marroquíes, ni siquiera sabemos el
nombre. Y es que Algeciras, ay, no es Miami.
Las pateras del Estrecho, en
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