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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía, jueves 16 de diciembre de 1999


Ciencias del Trabajo

La Universidad Hispalense, y parece que también todas las andaluzas, va a pedir la creación de la Facultad de Ciencias del Trabajo. Ole. Ya estaba bien de tanto Arte del Paro, de tanto virtuoso del Inem, con la mala fama que nos ha dado a los andaluces. Yo no sé si en Cataluña y en el País Vasco, que son los que se llevan la fama de laboriosos, tienen Facultades de Ciencias del Trabajo. Deberían no tenerlas, para empezar a poner las cosas en su punto, para demostrar a España entera algo palmario, que se demostró más que suficientemente en las tristes emigraciones de nuestro pueblo, en la emigración a las provincias ricas del Norte primero y en la emigración a la Alemania del milagro después. Se demostró en estas emigraciones que el andaluz mete el hombro y suda la camiseta o el mono de trabajo como el que más, que de holgazanería, nada de nada, que lo que ha tenido ha sido muy pocas posibilidades históricas de productividad, que es una cosa muy distinta.

De siempre los andaluces han sido los adelantados en las Ciencias del Trabajo, entendidas en su parte jurídica. Hay toda una escuela sevillana de Derecho del Trabajo, que coincide, por otra parte, con la escuela sevillana del socialismo renovado y con la foto de la tortilla. Los discípulos de don Manuel Alonso Olea crearon escuela en Sevilla, de José Cabrera a Miguel Rodríguez Piñero, y o mucho me equivoco, o la inmensa mayoría de los catedráticos de Derecho del Trabajo de toda España provienen de esta escuela, son canteranos de la vieja Facultad de frente al Caballo del Cid. No es tampoco casualidad de que suela haber un andaluz como ministro de Trabajo. Andaluz es Pimentel, como andaluz era Arenas y como, antes, andaluces fueron Manuel Chaves o José Antonio Griñán. El que inventó esto del Trabajo como ministerio, que fue Girón durante la dictadura, acabó sentando sus reales en Andalucía, como León de Fuengirola, y en cuanto a quien le sucedió en la cartera franquista, Pepe Solís, pues ya saben, de Cabra.

Hay una nueva frontera en el trabajo andaluz que lamentablemente no se conoce fuera de nuestra tierra, donde seguimos cargando con los tópicos de la gandulería. Quien quiera saber cómo trabaja Andalucía, no tiene más que poner las radios de las siete de la mañana, donde las delegaciones de Tráfico dan los partes de embotellamientos en las entradas a las grandes ciudades. A las siete de la mañana, a las ocho, no están empetadas las entradas en las grandes ciudades para ir de copas y de feria, obviamente, sino para meter el hombro. La actividad de una ciudad andaluza al amanecer es ya la misma que la de cualquier otra capital europea de la civilización postindustrial y de la leña. Lo que antes trabajaban los andaluces en la emigración de Cataluña y en la emigración de Alemania es lo que meten ahora el hombro aquí. La teoría de Ortega y Gasset sobre el sentido púdico del trabajo es ya una antigualla como otra cualquiera.

Ha hecho la Junta una campaña muy digna de elogio, con las grandezas culturales e históricas de Andalucía con vistas a su puesta en regadío turístico, y a la vista están los buenos resultados, enhorabuena Pepe Núñez. De igual modo, esta percha de las Ciencias del Trabajo deberían ser ocasión pintiparada para una gran campaña de imagen ante España, donde se demostrara de una vez que no es que los andaluces seamos flojos, sino es que no encontramos currelo, joé...

 

 

 


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