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Alvaro Domcq y
Díez, medalla de las Bellas Artes |
Como en un
antiguo regimiento de Infantería, la tropa de las medallas de
Bellas Artes tiene este año plaza montada: don Alvaro. Con el
don por delante en los carteles, caballero en plaza. Y casi
sin necesidad de mentar el apellido. Desde el Genil al
Guadalete, esto es, desde los potros de la Remonta de Ecija a
las yeguas del Depósito de Sementales de Jerez, no hay que
decir Domecq cuando se habla de don Alvaro. Teniendo por cuna
apellido de fino o de brandy, al pronunciar su nombre no
pensamos en las botas de las andanas, sino en el braceo de una
jaca delante de un toro. Espléndida se llamaba aquella yegua
de leyenda, que tiene su nombre escrito en azulejos en un
patio de Los Alburejos, sobre los empedrados puestos como caja
de resonancia para la música sin partitura de los cascos de
los caballos.
Gracias al Dios
que reparte suerte cada tarde que unos hombres vestidos de oro
empiezan un paseo hacia las fronteras de albero de la muerte,
la Tauromaquia es ya considerada una de las Bellas Artes. Sus
medallas, hitos miliarios de calzadas de la Bética, marcan la
historia del toreo de nuestros días. Faltaba consagrar la
suprema síntesis de toro y caballo, y vino la medalla de don
Alvaro. El toreo nació a caballo, en fiestas de toros y
cañas, y aquí hicimos la Revolución Francesa capote en
mano, cuando la Tauromaquia pasó de los señores en sus jacas
al pueblo que encumbraba a sus héroes a pie. Pepe Hillo o
Pedro Romero fueron nuestros héroes de la toma de la Bastilla
de los derechos del hombre.
Tuvo que
empezar a galopar en Córdoba don Antonio Cañero para que
redescubriéramos el toreo a la jineta. Pero Cañero era
militar, y se le notaba. Había que devolver el rejoneo a sus
orígenes señoriales. Vino entonces don Alvaro, con su
bandolerismo a lo divino de coger el caballo para sacar dinero
para hacer escuelas en Jerez. Si Juan Belmonte revolucionó el
toreo a pie, Alvaro lo codificó a caballo. Impuso un estilo.
Si entonces no hubiéramos hablado de Espléndida, ahora no
podría ser un mito el caballo Cagancho.
Tengo, empero,
mi teoría sobre la medalla de don Alvaro. A Sir Winston
Churchill le dieron el Nobel por escritor, no por la uve de la
victoria en la II Guerra Mundial. Para mí que a don Alvaro le
han dado la medalla de las Bellas Artes por lo bien plumeados
que están sus libros sobre el toro bravo, sobre sus memorias
a caballo. Contemplar el mundo desde un caballo da una
dimensión literaria única, que se llama Fernando Villalón,
que se llama Manuel Halcón. (Y de paso, los que querían que
Fermín Bohórquez rejoneara en burro comprueban que don
Alvaro lleva la medalla de Bellas Artes prendida junto a los
botones de plata de su chaquetilla corta.)
Sobre
Alvaro Domecq, en El RedCuadro
"Don
Alvaro a La Ina en punto"
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