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El Papa ha dado la
boleta a Setién |
Don José era el
cura coadjutor de una iglesia barroca de barrio, hermosa de
dorados y retablos de columnas salomónicas, donde hizo tan
buena labor pastoral, que el arzobispo lo nombró párroco de
un templo en una zona residencial. El nuevo destino era uno de
esos templos que dejó la moda arquitectónica postconciliar,
a lo Fisac, mixtos de garaje y hangar de aeropuerto, que
vistos desde fuera pueden parecer un hipermercado, un
instituto... Todo menos una iglesia. Y cuando me encontré a
don José tras su ascenso y traslado y lo felicité, me dijo,
muy apenado:
-- No creas que
debes felicitarme. Mira, antes, por la mañana, cuando llegaba
a mi iglesita barroca, abría la puerta, encendía la luz, y
me daba cuenta de que allí estaba Dios. Pero ahora, hijo,
llego para decir misa de 8, abro, enciendo la luz, y al
contemplar aquello, no veas los esfuerzos de fe que tengo que
hacer para seguir creyendo que allí está Dios...
A mí en materia
de fe me pasaba como a don José con su nuevo templo
postconciliar. Creer en Dios no es difícil en la tierra donde
vivo. Sé que voy a una plaza de recuerdos de golondrinas de
Bécquer y tengo la seguridad de que me voy a encontrar allí
al Gran Poder de Dios. Sé que acudo junto a una vieja muralla
que dice la leyenda que construyó Julio César en persona, y
que allí, Gioconda a lo divino, tengo la seguridad de que me
encuentro con la Madre de Dios. Pero una cosa es creer en
Dios, y otra muy distinta es creer en la Santa Madre Iglesia.
Ahí si hay que hacer algunas veces tan grandes esfuerzos como
don José el cura al abrir su iglesia-hangar. O más todavía.
Sobre todo, cuando Setién abría esa boquita y empezaba a
largar, y poco menos se inventaba un catecismo de uso
personal, donde el mandato divino del "no matarás"
era según y cómo y donde el precepto del perdón del
Padrenuestro era también depende en qué circunstancias. Yo
venía de rezarle a mi Gran Poder, ponía la radio, oía a
Setién largando... ¡ y me costaba tanto trabajito creer que
aquella Iglesia que daba culto al Dios de Sevilla era la misma
Iglesia que respaldaba al señor obispo de San Sebastián...!
Así que al
enterarme que el Papa, aunque esté más para allá que para
acá, acaba de darle la boleta y la licencia a Setién, me he
quedado como si don José el cura volviera a su pequeña
iglesia barroca, como cuando era coadjutor. A don José le era
más fácil creer en Dios cuando abría la puerta de aquella
iglesia hermosa y sentía Su presencia. A mí ahora me será
más fácil creer en la Santa Madre Iglesia, en este punto y
hora en que ya no habrá un señor obispo justificando
crímenes en San Sebastián. Espero que con monseñor Uriarte
no tenga que hacer tan grandes esfuerzos como con Setién para
creer en la Iglesia.
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