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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, lunes 31 de enero del 2000


Benito el Gamba

Benito Zambrano, con Ana Fernández y María Galiana, en los premios Goya
 Benito Zambrano, con Ana Fernández y María Galiana, en los premios Goya 

Cuando Steven Spielberg llegó por la marisma con el equipo de rodaje de "El Imperio del Sol", entre Lebrija y Trebujena, sembrando el dinero como arroz y tirando los millones en peonadas de jornaleros del algodón como braceros eventuales de la figuración, no sé si Benito Zambrano estaba aún de cámara en Canal Sur TV o haciendo sus particulares Américas como alumno de Cine de Cuba, cosa linda. Lo que sí sé es que sólo con lo que se gastó por allí Spielberg en bocadillos de mortadela para los extras, Benito Zambrano ha hecho esa obra de arte de la cotidianidad que es "Solas". El aforo me lo hicieron en su propia tierra lebrijana, donde Zambrano llegó con el título de realizador cubano como una guajira en 35 milímetros, como un cante de ida y vuelta. Comentaban que Zambrano había hecho su película con 127 millones de pesetas. A alguien del pueblo que acaba de restaurar su Giraldilla como de Juan Ramón, le parecieron muchos millones 127 millones:

-- Pero si en el cine invierten 1.000 millones de pesetas en una película por la meá de un gato... Así que 127 millones es hacer una obra de arte con cuatro perras gordas...

De Cuba vino este son de la delectación de Zambrano por el minimalismo de lo cotidiano, con cuatro perras gordas. Yo lo llamaría el arte del subdesarrollo, que es el cante de ida y vuelta entre el Tercer Mundo andaluz y el Caribe. Me lo decía un día en la orilla gaditana de su cocina marinera Manolo Baro:

--- Hacer un plato con una merluza de pincho carísima como Arzak no tiene el menor mérito. Tú dale a Arzak unos mendrugos, unas hojitas de yerbabuena y unos tomates, a ver si sabe hacerte el arte de una sopa de tomate con cuatro perras gordas.

La cocina cinematográfica de Benito Zambrano ha hecho este difícil arte de las tagarninas, de los espárragos trigueros, de los caracoles. Ha competido con todas las nuevas cocinas haciendo un potaje de berza marismeña. Y ha ganado. Y con más verdad en su arte que nadie. Es un prodigio la belleza de lenguaje de su guión, esa Sevilla que se siente más que se ve. Y sin creerse en Hollywood, sino pisando la verdad de una tierra donde la cultura entra por la planta de los pies. Y orgulloso de sus orígenes y de sus gentes. Me emocionó que Benito se acordara de sus padres, de El Gamba y de La Chocera, y que los citara por sus motes, que son los títulos de grandeza de la gente trabajadora de los pueblos. Pienso que el abuelo de Benito el del Gamba, El Chocero, hizo quizá el techo de brezo del ranchito donde Manuel Halcón encontró a "Manuela" y Zambrano ha encontrado la escueta verdad del arte del subdesarrollo. Una obra de arte hecha con cuatro perras gordas. Así que, Spielberg, un mojón pá ti, aprende de Benito el Gamba...

 


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