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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, viernes 11 de febrero  del 2000


De cómo Guerra se rompió el pie

Esto tendría que estar escrito en verso, porque es en realidad un artículo de pie quebrado. Sobre el pie que se ha roto Alfonso Guerra. Vaya por Dios... Bueno, si a los agnósticos se les puede acompañar en el sentimiento citando el nombre del Creador. En caso contrario, iba a decir ese "salud" que usaban en lugar de "adiós" los comunistas de antes del pacto, no éstos del pacto después del pacto. Pero podría parecer excesivo cachondeíto...

Guerra se ha roto el tarso. Qué contradicción. De allí de Tarso era San Pablo, aunque no sé si por Pablo Iglesias o por el Apóstol de los Gentiles, lo paulino es lo más cercano a los socialistas de todo el santoral cristiano. Eso de romperse el tarso ocurre en las mejores familias. Hasta en la familia del guerrismo, en la de Mienmano. La gente se rompe el tarso con frecuencia, por diversas causas: un mal pie en la bañera, un resbalón en la cocina. O la cáscara de plátano, que existen en la realidad como un homenaje al cómic. La gente se rompe el tarso esquiando, con la bicicleta, pasándose de maracas en el gimnasio. En el squash o en el paddle. Hasta en el golf. Sales malamente de un búnker, tropiezas en la arena, y, plas, te rompes el tarso.

Pero los descritos no son accidentes. Son ordinarieces. Guerra, que es un intelectual exquisito, no podía romperse el pie como todo el mundo. Guerra solamente podía rompérselo viendo "Muerte en Venecia", oyendo a Mahler o cogiendo de la biblioteca un tomo de las completas de Lope de Vega. De las tres formas posibles, por un simple cálculo de probabilidades, ha sido de la tercera y de aquella manera: al caerse de la escalerilla de la biblioteca donde iba a coger un libro. Guerra no se puede romper el pie en la escalera mecánica de un hipermercado, porque es una ordinariez, ni en la escalera de un multicines, porque ponen películas que no le interesan. Como Guerra es un intelectual, solamente ha podido romperse el pie en la escalera de la biblioteca. No es mala pata, es accidente laboral de un intelectual. ¿Y saben lo que les digo? Que tantos cuentos nos ha contado en toda su vida, que éste ya no me lo creo... Anda ya, Alfonsito, con el cuento del envergue de la biblioteca... Que yo sé que ha sido en chandal, montando la barbacoa en la parcelita cuando acababas de regar con la manguera y de pasar el cortacésped...


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