Diario El Mundo Pinche en esta barra para conocer el contenido del libro

El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, miércoles 23 de febrero  del 2000


La mano

Ardían aún los restos del coche-bomba tan cerca del campus de la Universidad de Vitoria y podía pensarse que la telepizza de la muerte había hecho esta vez su trágica entrega a domicilio, al ladito mismo de la sede del Gobierno vasco. Y en un parque, sobre el suelo, una mano dramáticamente becqueriana asomaba, inerte, en el carro de los muertos, ay, que siempre está pasando por aquí, ¿cuándo terminará de pasar el carro de los muertos por estos amaneceres de los bloques militares, por estas tardes de la normalidad parlamentaria vasca, por estas madrugadas de los disparos en la nuca al pie de la torre mayor de Sevilla? Seguía ardiendo el coche-bomba, y aquella mano, terriblemente abierta, terriblemente muerta, estaba allí, ante el equipo de reanimación.

Y sonó, triste, la voz del romance, de esta leyenda que se hace pesadilla: "En el carro de los muertos/ayer pasó por aquí/llevaba la mano fuera,/por eso lo conocí". Por eso lo conocí, a Fernando Buesa o a su escolta Jorge Díez Elorza, da lo mismo. Todas la muertes son la muerte. Yo me encontré una mañana de Cádiz a Fernando Buesa junto a la plaza de abastos, comprando el pescado un día de sol y vacaciones. Porque reconocí en la mano de Fernando Buesa en el carro de los muertos la mano de Alberto Jiménez Becerril. La mano del teniente coronel Blanco. La mano de Miguel Angel Blanco. Terrible capilla sixtina de España, donde hay una mano muerta que asoma bajo los plásticos de morgue de una camilla, como esperando el dedo del Creador de la paz, de la piedad, de la concordia. Del perdón también, del difícil perdón

Porque María Teresa Campos está hablando ahora de los hijos que tenía Fernando Buesa y yo los conocía a los hijos de Fernando Buesa. Porque vi a los hijos de Alberto Jiménez Becerril aquella mañana gaditana de la Puerta del Pescado. Porque sigue ardiendo el coche-bomba en la imagen de Tele 5, de Antena 3, y ese humo negro de neumático quemado no sube al cielo de España desde Vitoria. Ese humo, ayer tarde, brotaba de Vallecas, de la Ribera del Manzanares, de la calle Don Remondo, del Hipercor, de las calles de Ermua. Nunca está nada lejos ni nunca desconocemos a nadie cuando pasa este carro de los muertos por el que terriblemente asoma una mano inocente, mano de acariciar hijos, mano de cuidar madres, mano de abrazar esposas. No es la telepizza de la muerte que esta vez haya dejado su encargo a domicilio. A Fernando Buesa no lo han matado en Vitoria. Lo han matado camino del aeropuerto de Armilla, en las calles de Córdoba. Fernando Buesa no era de los socialistas de Alava. Era de los demócratas de España. Fernando Buesa era de los nuestros. ¿Hasta cuándo va a tener que seguir pasando el carro de los muertos con una mano fuera para que sepamos de una vez quiénes son los nuestros? Y quiénes son ellos.


Pinche para conectar con El Mundo, edición íntegra en Internet
Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España.
 

 

¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Regresar a la pagina principal


 

Enviar correoCorreo

banderandalucia.gif (1172 bytes)