Estábamos antier
con los comercios históricos de Sevilla, que son las tiendas
históricas de Huelva, de Granada; las dulcerías magníficas
de los pueblos; las tabernas histórico-artísticas del
aguardiente de jierro... Y sigo con el asunto, en el
que me hizo pensar el despliegue del artisteo y el famoseo que
hicieron el otro día Carlos Telmo y Carmiña Leyva, tan
divinamente como lo hacen siempre, a propósito de la
inauguración de la reformada tienda de Loewe. Gente tan
famosa era testigo, sin saberlo, de una destrucción
patrimonial consentida y autorizada por el Ayuntamiento, por
la Comisión del Patrimonio y por la biblia en pasta de la
Administración, vamos, hasta por la Administración de
Loterías del Gato Negro...
En el copetín
donde Rafael Juliá atendió tan señorialmente como suele a
los comecroquetas, los cazacanapés y los asaltabandejas, nos
presentaron al señor Ridgely Cinquegrana, presidente de
Loewe. Solemos, en estos casos, hacer una raya en el agua en
la tradicional hospitalidad de los sevillanos. Así nos va a
los sevillanos, con nuestra tradicional hospitalidad. Porque
nos preguntó el señor Cinquegrana qué nos parecía la
tienda que estaban inaugurando y le dijimos que fatal.
-- ¿Por qué?--
nos dijo, sorprendido, entre tanta falsía de felicitación
como venía recibiendo a pie de copa de Moet Chandon por parte
de los comecroquetas, los cazacanapés y los asaltabandejas.
-- Hombre, me
parece fatal porque a este paso no quedará en toda España
una tienda antigua dentro de veinte años. Mire usted, lo que
había aquí, con sus maderas, con su sabor de época, era una
obra de arquitectura interior catalogada, de Javier Carvajal.
Tenía, como poco, 40 años encima. Es decir, que dentro de
veinte años hubiera sido una tienda histórica, con 60 años.
Como el tiempo también decora, tenía el sabor de lo
clásico, las maderas, los muebles de los años 60, tipo
Pabellón de España en la Feria de Nueva York del mismo
arquitecto... Se entraba aquí y sabías que estabas en Loewe.
Pero como ustedes se han cargado eso con mucho cuidadito para
poner este horror en blanco, ahora no sabes si estás en Loewe
o en una tienda de Zara, aunque lo que sí sabemos los
revolucionarios sevillanos con la servidumbre del ejercicio de
la memoria es que la tienda de aquel Loewe de la Sevilla del
Desarrollo, la de la Joyería de Shaw, las telas de Canales,
las bisuterías de El Capricho, ha sido destruida muy
legalmente. A este paso, no nos quedará nada de hace 50 años
en cuanto pasen diez años más.
-- Visto así
tiene usted razón-- nos dijo el presidente de Loewe...
-- La razón de la
belleza, señor Cinquegrana. ¿Destruyen acaso en Londres
estas tiendas de hace 40 o 50 años? No, y por eso
precisamente vamos de compras a Londres, a esos comercios con
tanto encanto, con tanto sabor de época...
Por delicadeza y
porque los trapos sucios deben ser lavados en casa no le dije
al señor Cinquegrana que debe preocuparnos tanto lo que le
expuse como el hecho de fondo. En esta Sevilla postindustrial
que ni siquiera fue preindustrial y en esta España de la
sociedad de mercado, multimedia y virtual, algo grave debe de
estar pasando, cuando Loewe se gasta auténticas millonadas en
dejar de ser Loewe para parecerse a Zara. Loewe es ahora Zara
con Marisa de Borbón. Pero Zara total. Lo digo desde la
libertad que me da mi tarjeta de crédito, que echa humo cada
vez que voy a por un regalo para mi hermana <F3>Fina
Burgos<F1>, la de la histórica zapatería (no reformada
ni alterada) de Pibe, porque Fina es mucho de Loewe...