En esta
bendita sociedad democrática se puede ser cuanto tenga uno por
conveniente. Para eso nos defiende y ampara a todos la
Constitución. Se puede ser, en ejercicio de las libertades, lo
aparentemente más raro e insólito que se quiera. Por ejemplo,
cultivador de gurumelos en cautividad, cazador de gamusinos al
aguardo, socio de la Balompédica Linense, testigo de Jehová,
traductor de esperanto, socio del club de fans de Perlita de
Huelva, domador de moscas cojoneras.
Pero por
mucho que la Constitución nos proteja a todos, hay algo que no
se puede ser bajo ningún concepto: pijo. Y si tienen la menor
duda, pregunten al alcalde de Sevilla. Menos de crucificar al
Cachorro en Jerusalén, de matar a Kennedy en Dallas y a
Manolete en Linares, los pijos tienen últimamente la culpa de
todo. ¿Ustedes no ven la que lo que le está pasando al euro?
Los economistas, que están acarajotados y que no se dan cuenta
de la causa. Tenían que haberle preguntado al alcalde de
Sevilla, que lo sabe mejor que nadie: el euro está con estos
pelos por culpa de los pijos. ¿Por qué Juan Villalonga no
puede obtener el folio de la holandesa? ¿Pues por qué va a
ser? ¿Y tú me lo preguntas? Por los pijos. Nada, que con la
cosa de los ejecutivos agresivos, a la alta cúpula de
Telefónica le ha entrado por las puertas una manta importante
de pijos, y así les va. España perdió las colonias por culpa
de los pijos, don Manuel Azaña no ganó la guerra civil por
culpa de los pijos, los pijos no tienen que estar demasiado
lejos de las causas de la pérdida de las elecciones por parte
de un señor tan poco pijo como Almunia.
Y es que,
como digo, se puede ser de todo en España hoy, gracias a las
libertades que trajo el Rey Nuestro Señor y refrendó el pueblo
soberano (y el pueblo fundador). De todo menos pijo. ¿Qué es
el pijo? Pues el pijo es como el judío para Hitler, como el
masón para Franco, como el moro para los Reyes Católicos, como
el mambí para Weyler, como el japonés para MacArthur, como el
americano para Castro, como el inmigrante castellano para
Arzalluz: el que tiene la culpa de todo. El pijo es como el
socorrido y habitual enemigo exterior, pero dentro. El pijo
nunca es de los nuestros. El pijo es especie en extinción que,
a diferencia del lince de Doñana, no hay que proteger, sino
duro y a la cabeza, que no cojee. Un buen pijo, y más si tiene
iniciales de apellido ilustre, puede cargar con todos los
mochuelos.
Yo es que
ya he cogido el Método Monteseirín y de todos los males sin
mezcla de bien alguno culpo al pijo. Me dice Isabel:
-- Tienes
que llamar al fontanero, porque gotea el grifo de la cocina.
Y le digo:
-- Eso han
sido los pijos.
No hay
derecho a que en esta sociedad donde todas las disidencias y
excentricidades están constitucionalmente protegidas, los pijos
tengan los pobres que ir de minoría perseguida. Nada, señores
pijos: tomen ejemplo de otros colectivos, constituyan el
Sindicato Democrático de Pijos y Pajos y verán cómo no les
tosen, y cómo llenan los periódicos de cartas cuando se metan
con ustedes. Ah, y no se les olvide poner en el título lo de
Democrático. Si no es Democrático, no vale, y en esta sociedad
de Sindicatos Democráticos de Señoritas del Masaje Tailandés
Hotel y Domicilio seguirán ustedes siendo la nueva versión de
la puta por rastrojo.
ABEL INFANZON "LA ESE 30"
PUNTAS
DEL DIAMANTE