Aunque son
diez, como los de Dios, los nuevos mandamientos de Andalucía se
encierran en dos: amar al turismo como a ti mismo y sobre todas
las cosas no dar mala imagen. Si, por ejemplo, se topa usted en
la calle con un atracador con la navaja en una mano y el
síndrome de abstinencia en la otra, que le está quitando el
bolso a una vieja, olvídese del atracador, del atraco, de la
navaja, de la vieja, del bolso, del monedero y de la escobita de
Fray Martín de Porres que probablemente llevará dentro y diga
lo que es políticamente correcto:
-- Por
favor, señor atracador, no haga usted esas cosas, que vamos a
dar muy mala imagen de cara al turismo.
Igualmente,
si ve a un niñato anillado con el pelo teñido de amarillo que
le está pegando a su padre, no le diga eso tan antiguo de que
pegar a un padre es lo más feo del mundo. Ponga en hora su
reloj de lo políticamente correcto y lárguele:
-- Hijo,
no le pegues a tu viejo, que vamos a dar muy mala imagen de cara
al turismo...
Antes todo
era de cara al 92. Ahora todo es de cara al turismo. De cara, lo
que se dice cara, al turismo le estamos echando toda la cara del
mundo. Hasta el punto de subvertir de y de volver como un
calcetín todo un esquema de valores. En esta sociedad civil, el
miedo a la mala imagen ha sustituido al santo temor de Dios. No
importa que se robe, que se atraque, que se desvalijen coches,
que se abuse sexualmente de las muchachas en las casapuertas, si
todo queda entre nosotros. Tenemos tan mal concepto de nosotros
mismos, que todos estos trapos sucios de la sociedad pueden ser
lavados, aclarados y centrifugados de puertas adentro sin que
pase nada, pero ojito con la niña como lo vea el turismo. Igual
que en los libros escolares venía Dios representado por un
triángulo entre nubes, con un inmenso ojo que todo lo veía,
ahora somos contemplados a cada instante por el Polifemo enorme
del turismo. Todo es a la mayor honra y gloria del turismo, y a
los que vivimos aquí, que nos vayan dando, porque los únicos
que parece que tienen derecho a vivir son los que viven del
turismo, donde la tranquilidad y la paz son una materia prima,
como bien sabe Rafael Román, el presidente de la Diputación
Gaditana que con tanto sentido del humor comprende que le llame
Franquito... (Aunque no sé si lo de Franquito es malo de cara
al turismo, Rafael, en cuyo caso lo retiro inmediatamente.)
¿Que por
qué digo todo esto del nuevo dios turístico al que debemos
honor y gloria por los siglos de los siglos, el XX y el XXI,
amen? Pues, hijo, porque el consejero de Turismo, José Hurtado,
tras el chiste malo de leperos de convertir Lepe en una
Covadonga contra la invasión musulmana, dice que esas cosas no
deben ocurrir... porque dan mala imagen para el turismo. Y
Emilio Carrillo, el inteligente concejal a quien elogié, me
sale con que debemos guardar silencio sobre las carreras
cofradieras en pelo y sobre las muertes reales en el Real de la
Feria, porque vamos a espantar el turismo. Y el flotante Alfonso
Seoane, en el puesto que tiene allí donde ahora aplica su
principio de Arquímedes del cargo público, dice que nos vamos
a cargar esto como destino turístico como sigamos así.
De todo lo
cual se infiere que yo de mayor quiero ser turista. A nadie se
cuida aquí tanto como al turista. Y a nosotros, que nos vayan
dando... pero que no se vea, para no espantar al turismo.
ABEL INFANZON "LA ESE 30"
PUNTAS
DEL DIAMANTE