Cuando el
Barsa y olé gana la Liga, la Copa o esos trofeos que conquista
cada lunes y cada martes, los culés embufandados, con sus gritos
y cánticos, en coches sonoros de bocinas y engalanados con
gallardetes a babor y estribor de sus ventanillas, se van a la
Rambla de Canaletas, colapsan la Ciudad Condal y no pasa
absolutamente nada. ¿Por qué? Porque sabido es el alto papel que
la Constitución concede al Barsa, institución democrática donde
las haya. Por el contrario, cuando las Fuerzas Armadas quieren
celebrar su día y hacer lo que suelen en esos casos, que es coger
unas banderas regimentales, sacar a la calle unas músicas y
ponerse a desfilar la tropa, un, dos, papa y arroz, pues como hay
territorios del Reino donde virtualmente no tiene vigencia la
Constitución, no pueden celebrar en Barcelona su festolín. Si el
Barsa y olé es más que un club, las FF.AA., en Barcelona, no
llegan a club.
Yo no me
imagino que el Ejército de los Estados Unidos no pudiera desfilar
en Atlanta porque recordara a los tataranietos de los confederados
las tropas de la Unión. No me imagino que los Ejércitos de
España no puedan desfilar por la Diagonal porque a algunos les
recuerden la entrada de las tropas franquistas en Barcelona.
Primero, porque de la entrada de Franco no se acuerda en Barcelona
ni José Manuel Lara. Y después, porque la Diagonal también
recuerda, pero nadie la evoca, la emocionada despedida de las
Brigadas Internacionales.
El remate
del tomate es que sea un militar de carrera el ministro de Defensa
que va a Barcelona a preguntar a Pujol cómo quiere que se bajen
los pantalones las Fuerzas Armadas: si a los acordes de Los
Voluntarios, que es de Infantería, con Heroína, que
es marcha de Aviación, o con Ganando barlovento, que es de
lo suyo, de la Armada. Porque don Federico Trillo-Figueroa y
Martínez-Conde es letrado del Cuerpo Jurídico de la Armada. El
valor no sé si se le supone, pero de honor anda más bien chungo.
Si esta bajada de pantalones caquis se ha hecho con un militar de
carrera en Defensa, no quiero ni pensar lo que hubiera ocurrido si
Trillo, en vez de jurídico de la Armada, llega a ser objetor de
conciencia. Si con un militar la tropa tiene que irse a Montjuic
para no molestar, con un objetor la habrían mandado a Port
Aventura, para divertir a los chiquillos con las escopetas.