El Registro Civil de Espartinas dice que el día 3 de octubre de 1962 nació un
niño, Juan Antonio Ruiz Román, hijo del novillero Antonio Ruiz Rodríguez, que como ha
visto en el cine del pueblo la película de Stanley Kubrick y se siente tan poderoso como
Kirk Douglas con el taparrabos de gladiador, quiere armar la revolución de los esclavos
de la Casa Balañá y de la Casa Chopera. "Rompió las cadenas y cambió el
mundo" anunciaban por Radio Sevilla en aquel año de su debú de luces en Granada. Y
se puso de sobrenombre Espartaco. Espartaco de Espartinas. Ese Registro civil está
completamente equivocado. El verdadero nacimiento de Juan Antonio Ruiz sería en Sevilla,
23 años más tarde, el 25 de abril de 1985, cuando sale por la Puerta del Príncipe, tras
cuajar un toro de Manolo González y cortarle las orejas. Entonces es cuando nace el
torero. Un muchacho que estaba en el toro desde que tenía pantalón corto. Como no tenía
la edad legal en España, los Lozano se lo habían llevado de niño torero a América. De
menos hizo Dios a tantos niños-prodigio que luego se quedan en simples ratoneros del
toreo. Espartaco no iba a ser nada. Pero cuajó aquel toro de Manolo González. Había
cometido una terrible imprudencia. De las que Sevilla no perdona. Tres años antes, había
tenido la osadía de abrir la Puerta del Príncipe con tres orejas de dos Jandillas. Nada
hubiera ocurrido si el cabeza de cartel no hubiera sido Curro Romero. Las ciudades en
forma de pirámides suelen vengarse de quienes se creen que han derrocado a sus faraones.
Soltado por los Lozano, cogido por Marca, con su padre siempre en la boca del burladero,
cuando aquel día de abril de 1985 hacía el paseo en Sevilla no tenía firmada más que
una corrida en Córdoba, y de Isaías y Tulio Vázquez. Aunque había abierto la Puerta
del Príncipe, ¿cuántos de los ocasionales cerrajeros no acaban de banderilleros?
Hasta que salió aquel toro de
Manolo González. Entonces fue cuando por Radio Sevilla, ya en FM estéreo, Espartaco
padre oyó de verdad el anuncio de la película de sus sueños: "Rompió las cadenas
y cambió el mundo". Juan había roto las cadenas simbólicas de la Puerta del
Príncipe. Había cambiado el mundo. Ya no tenía que torear corridas duras. Camará,
empresario de Córdoba, que lo estaba viendo, se fue corriendo al Colón a ver a José
Luis Marca:
-- Vengo a que me digas que
Juan Antonio no torea en Córdoba...
Y como José Luis Marca no se
había enterado del nacimiento de Espartaco, preguntó:
-- ¿Por qué?
-- ¿Cómo vas a llevar a tu
torero con los Isaías a Córdoba, después de cuajar este toro en Sevilla ¿Tú qué
quieres, acabar con él?
Tan grande es el oficio y el
pundonor de Juan Antonio que ni los Lozano ni José Luis Marca pudieron con él. Y tan
grande su inteligencia, que se dejó llevar por Manolo González. El mejor toro de Manolo
González que cuajó Espartaco fue el contrato de apoderamiento. Ojeda es como si no
estuviera y la cabeza del escalafón estaba esperándolo, como la cartelera del cine de
los sueños. Allí arriba, en su sitio, en cabeza del escalafón, se mantuvo hasta 1991.
Léase César Rincón. Sin creerse nada. Haciéndose perdonar el éxito todos los días.
Deberían dar un premio al que alguna vez le haya visto una mala cara a Juan. Su sonrisa
es de sesión continua, como la película "Espartaco" en el cine Rialto...
Humilde. Con la fuerza de la tierra y de lo verdadero. Cómo será, que cuando salió de
Rey Mago tenía que lidiar el difícil toro de los discursos en la cena de gala en el
Alfonso XIII. Y lo mismo que abrió la Puerta por vez primera frente a Curro, cuajó un
discurso impresionante, dedicado a su madre, eterno niño de Espartinas, junto a un Jesús
Aguirre que sólo estuvo aseado en su faena de aliño.
Dicen que conoce como pocos
los terrenos del toreo. Y los que no son del toreo. Más difíciles son los terrenos de
Sevilla, y Juan los domina. Quizá no tenga partidarios, pero no tiene enemigos, que dice
bastante más en esta ciudad de las envidias y de las soberbias. Donde ahora, curada la
rodilla con lesión de futbolista, volverá a nacer por vez tercera.
Puntas del diamante
PATRICIA.- "Si
yo Espartaco, tú Jean Simons", dijo un día Juan. Y surgió en su vida Patricia
Rato. Que si lo miran, es como Jean Simons, por lo agradable, lo discreta. Esto de que la
mujer del torero tenga nombre de vicepresidente económico del Gobierno va contra todos
los tópicos de la cinematografía taurina. Pero es tal la discreción de la mujer del
torero, que Patricia es Patricia y Rodrigo es Rodrigo. Antoñete era el torero del PSOE,
pero Juan, ni aun estando casado con Patricia, podrá ser nunca el torero del PP.
LAS JACHAS.- La Catedral
tiene una puerta que se llama del Perdón. No sé por qué. Esta Sevilla no perdona nada.
Y mucho menos el éxito. A Juan Antonio no se lo ha perdonado. Salir tres veces por la
Puerta del Príncipe es mucho salir. Y encima, tener Los Guateles, y ser Espartaco
Sociedad Anónima. Me lo contaron ayer las lenguas de doble filo, que lo querían dejar
viudo en menos de horas veinticuatro. Menos mal que aquí basta con sentarse a la puerta.
Los nombres de muchos de los que con su jacha querían matar a Patricia Rato ya los he
visto en una esquela del modelo 5...
JULIO IGLESIAS.- Los
triunfadores son una casta. Tenían que hacer un sindicato. Estaba Julio Iglesias por
Marbella y se le acercó la última mujer de Espartaco Santoni, el del pañuelo del Real
Cuerpo de Piratas de Marbella: "Hola, Julio, soy la mujer de Espartaco..." Y
Julio dixit: "¿Está ya bien Juan de la rodilla?" Error de Julio Iglesias
lamentable. No había confusión posible. Patricia, en la vida se acercará a figurar
junto a Julio. Y mucho menos se dará a conocer como la mujer de Juan.
RAFAEL MORENO.- Espartaco
es muchas cosas. Muchas cosas que otros no han podido ser. Espartaco es la figura del
toreo que no pudo ser Antonio Ruiz Rodríguez. Tanto, que no fue Espartaco II, sino como
una segunda salida de aquel Quijote . Durante muchos años, ha toreado todas las corridas
que no ha podido torear Rafael Moreno. Porque con ese cuerpo...
