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Sevilla con sevillanos

y Puntas del Diamante

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   domingo 7 de febrero de 1999


Rodríguez de la Borbolla, un perdedor entre ganadores

Borbolla ha dimitido como senador y como concejal

José Rodríguez de la Borbolla ha abandonado todos sus cargos en el Partido Socialista

Todo es como si su Rocío Jurado de su alma se estuviera acordando de él en cada gala: "Lucha, lucha, hermano en la batalla de Dios,/lucha, lucha, lucha, no quieras ser un perdedor". Aun ganando elecciones con mayoría absoluta, José Rodríguez de la Borbolla ha sido siempre un perdedor. Un perdedor que, harto de perder, llegado un momento, ha pronunciado la suprema frase del señorío sevillano:

-- Ea, señores, ya estoy yo en mi casa...

La verdad es que Borbolla, aun estando en la casa de todos, en la Casa Común del socialismo a la que llegaron los militantes del PSI de Tierno Galván, como él, o los militantes de trenka y pantalón de campana del PCE, como Amparo Rubiales o como los Pérez Royo, nunca dejó de estar en su casa. Otros son ricos por su casa, nobles por su casa. Borbolla es, antes que nada, Borbolla por su casa. Vieja casta de la política sevillana, a cuya honradez siempre hay que echarle un galgo, Borvbolla siempre anduvo poco dispuesto al acoso y derribo habituales en su partido.

Siempre me he preguntado qué hacía un señor como Borbolla en el PSOE. Era la pregunta del millón. Del millón de votos. A Borbolla sus compañeros socialistas nunca le perdonaron su doble origen. No le perdonaron nunca el origen burgués. Borbolla tiene nombre de ministro de Alfonso XIII, no de compañero de pelotazo político y de horcas caudinas de Alfonso Guerra. Guerra, que era un niño pobre de San Bernardo, nunca le perdonó a Borbolla que fuera un niño rico al que, desde San Bernardo, veía pasar hacia el colegio de los Jesuitas de Portaceli. Otros había en el PSOE más ricos, más burgueses, más conservaduros que Borbolla. Pero no tenían un apellido de doble ancho, una cuna, una dignidad heredada. En los jesuitas, Borbolla había aprendido muchas cosas: el afán por la excelencia, la disciplina, una voluntad de austeridad. Lo malo es que ni las había olvidado ni las sabía disimular. En mal sitio había ido a poner la era el que, con apellidos de la derecha, había fundado el partido de la izquierda en Sevilla. Borbolla, al fin y al cabo, vertebró (que fue su palabra, vertebrar) en una organización política el aluvión de arribistas que llegó al negativo de la foto de la tortilla.

Y tampoco le perdonaron su origen político. Borbolla viene del partido de Tierno Galván, y se le nota. Se ha demostrado ahora cuánto de impostura había en el Vejo Profesor, que tenía en la barriga gatos por estrenar. Pero en sus seguidores había un espíritu común que no han perdido, como la formación en los jesuitas. De la Compañía de Jesús a la Compañía de Tierno: mal camino, Borbolla. En la Compañía de Tierno se aprendía ética, franqueza, idealismo. Aún los veo (Macarro, Lazo, Vázquez) y encuentro en ellos las ansias de utopía de cuando constituyeron el Club Ceres en el Arenal. Borbolla es de esta ley del tiernismo. Demasiado Tierno galvanizado en ética para las durezas de los navajazos del partido. El PSOE había perdido los cien años de honradez, pero los tiernistas se resistían en su cándida virginidad, como unas Marías Gorettis. Acabaron todos, naturalmente, siendo puestos mirando para la calle Ferraz. Y el que no quiso que lo pusieran mirando para Ferraz, como Borbolla, lo pasó mal.

Menos irle a por café a Guerra, Borbolla ha hecho de todo en el PSOE. Era difícil sustituir la palabrería de tratante del andalucismo de aquel Rafael Escuredo que nos vendió la burra del 28-F. Más difícil todavía era cumplir con una reforma agraria que se había puesto en marcha como la escoba del aprendiz de brujo, y que acabó en el tren de los escobazos del recurso ganado por Clavero. Borbolla, que no era ni es andalucista, acabó no sólo creyendo en Andalucía como presidente de la Junta, sino que se desnortó en su amor hasta el punto de creer que esto era la California de Europa, cuando no pasaba de ser el cortijo de Alfonso Guerra y el celeste imperio de González. Creo que, yéndose a su casa, Borbolla ha encontrado finalmente el estado perfecto del sevillano hondo: harto de coles. A veces ser perdedor es la mejor forma de ganar.

--------Puntas del Diamante-------

LA RETRANCA DE ANDREOTTI.- Hace tiempo que Borbolla hizo suya la frase de Andreotti: "En la vida hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y ... compañeros del partido." La ha citado muchas veces con un añadido: "Se conoce que Andreotti no conocía a las campañeras del partido, a Carmeli y esa gente; porque si no, habría añadido otra cosa más". También cita la frase de Churchill a un inexperto diputado conservador que cayó al lado del viejo león su primer día de Cámara de los Comunes y dijo a Sir Winston, señalando a los bancos de los laboristas: "Qué alegría, estar aquí a su lado, con el enemigo frente..." "No se confunda, joven --replicó Churchill--; los que tiene usted frente son los laboristas, que son sus adversarios. Los enemigos los tiene usted aquí detrás, en su propio partido".

 

SOY JURADISTA.- Ahora no tiene mérito proclamarse amante de la copla y partidario de Miguel de Molina. Se lleva incluso entre los progres del pesebre. Cuando tenía mérito era cuando Borbolla presidía la Junta e invitaba con todos los honores de las Bellas Artes a la chipionera. El mal llamado Pepote nunca ha ocultado cuanto es. Es bético y es juradista. ¿Pasa algo?

 

EL BETIS COMO ESPEJO.- Comprendí mucho más a Borbolla la mañana que se constituyó el Círculo Bético Augusto en Itálica, a los pies de Trajano. En el Manifiesto Fundacional del Círculo, Borbolla escribió un autorretrato, más que una proclamación del beticismo de pata negra: "Hermandad de hombres que se empeñan en la búsqueda de la excelencia en todas las facetas de la vida, al servicio de la mayor honra y gloria del Real Betis Balompié". A.M.B.G., que es Compañía de Jesús pura. Estaba en el Manifiesto hasta la descripción de su postura en el partido, cuando denunciaba: "Algunas negras asechanzas y turbias amenazas, enmascaradas, incluso, con el blanco color de la pureza". Y el manquepierdismo: "El sentimiento bético de la vida no es una posición fatalista, según la cual haya que aceptar resignadamente las más difíciles vicisitudes; se trata, por el contrario, de la expresión de nuestra concepción del mundo, que es fundamentalmente optimista y esperanzada". Cuando Borbolla va a su grada del Betis, se está viendo en un espejo.

 

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