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Sevilla con sevillanos

por Antonio Burgos

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,  domingo 28 de marzo de 1999


Rafael Montesinos, eterno niño de Domingo de Ramos

El poeta Rafael Montesinos

El poeta Rafael Montesinos

Rafael Montesinos: "El rito y la regla"     Algunos poemas de Montesinos

Siempre hemos mantenido que en este ritual, luminoso, antiguo, abierto Domingo de Ramos empieza la nostalgia. Con la fiesta, terminaron las vísperas, y ya todo empezará a ser "hasta el año que viene". Ya no pasará hasta el año que viene la del Porvenir por el Parque ni La Estrella por el puente. Ya, hasta el año que viene, no volveremos a ver el primer nazareno. Por eso siempre ha pensado que la vida de Rafael Montesinos ha sido un largo Domingo de Ramos. Un Domingo de Ramos que dura ya, gracias a Dios, setenta y nueve años, y ese mismo Señor de Sevilla quiera que dure muchos años más. Rafael Montesinos ha vivido siempre instalado en el abono de la carrera oficial de la nostalgia. La nostalgia en el tiempo, la nostalgia en el espacio.

La nostalgia en el tiempo, que empezó a vivir desde muchacho. Rafael Montesinos tiene nostalgia de la niñez desde el mismo día que la perdió, desde el mismo día que se enamoró de una niña sevillana y la amó junto a un tapiz clásico con Dante y Beatriz. Su insuperable prosario de "Los años irreparables" es nostalgia a pie de obra, a pie de infancia perdida, y hallada al tercer día entre los doctores del templo de la melancolía becqueriana, en el que Montesinos oficia de sumo sacerdote. Y la nostalgia en el espacio, que se llama Sevilla. Rafael Montesinos se nos aparece como un eterno niño al que Herodes, no el del barco de La Amargura, sino el malo de verdad, el de los castillos de corcho de los nacimientos de la Venera, hubiera ejecutado en la matanza de los inocentes, cortándole la cabeza del Rey Don Pedro, la cabeza del Giraldillo, la cabeza del Adriano de Itálica, la cabeza de los Hércules de la Alameda. De los cuatro días que ha vivido Rafael Montesinos en su largo Domingo de Ramos de la nostalgia, tres no fueron sevillanos. Por eso Rafael Montesinos siempre está volviendo a su Sevilla de calle Santa Clara, de barrio de San Lorenzo, de colegio de Villasís, de jardines del Puente de Triana. Otros cogen el AVE como antes cogían el exprés. Rafael Montesinos tomó siempre el camino más corto para regresar a Sevilla, como un nazareno al final de la estación de penitencia de las cosas perdidas: el camino de la evocación literaria. Evocada por Rafael Montesinos, hay siempre como una purificación de Sevilla. En la distancia del tiempo y del espacio, se queda con lo mejor de su ciudad amada. A Rafael Montesinos la novia antigua que es Sevilla nunca se le pone mayor, ni pierde belleza. Siempre lo veo paseando por la Puerta de las Campanillas que no era la Puerta de las Campanillas donde lo conocimos cuando nos escribió el memorable prólogo de "Palabra en el vacío" (lo mejor de aquel libro), sino que era a la puerta que lleva a otros días, a otras calles, a otra ciudad.

El nombre de Rafael Montesinos está ya en unos jardines que hizo perdurables en su nostalgia: los breves jardines del Paseo Colón junto al Puente de Triana, junto a la casa de Reyes Católicos donde vivió. El nombre de Rafael Montesinos esta ya en su verdadera casa de la calle Santa Clara. La Fundación Machado acaba de reconocer su obra con el premio Demófilo como el poeta que mayor fidelidad ha guardado en su obra a los asuntos de la Semana Santa. Es el eterno Domingo de Ramos de Rafael Montesinos. Siempre me inquietó la cara de niño que conservaba Rafael Montesinos. Aunque cargado por el peso de los años, sigue conservando esa cara de niño de Villasís que mira a los naranjos del patio mientras don Francisco Sánchez Castañer explica su clase de literatura. La literatura está siempre en la contemplación de los naranjos de Sevilla, en la clase de literatura de Villasís o en las clases de literatura que Montesinos nos ha dado en su obra. Ya sé por qué Montesinos tiene esa cara de niño. Porque siempre ha vivido en la nostalgia del Domingo de Ramos. El que empezó aquel año del "Romancillo de la Esperanza de Triana", el de la "Madrugada del Destierro", el de "El Rito y la Regla", no sé. Rafael Montesinos es el eterno niño que le está pidiendo cera a Sevilla, en una silla de la calle Sierpes por la que viene el sonido de los clarines de la Caballería.

-----------Puntas del Diamante-------

UN ACIERTO DE AMOR.- Luis Cernuda llama "error de amor" el de José María Izquierdo, al permanecer en Sevilla. El de Rafael Montesinos fue, entonces, un "acierto de amor" al irse a Madrid. ¿Qué hubiera sido de José María Izquierdo en Madrid?, llegamos a pensar leyendo a Cernuda. ¿Y qué hubiera sido de Rafael Montesinos si se queda en Sevilla? No me imagino a Rafael Montesinos de "poeta local". Se le hubiera quedado chico el término municipal de Sevilla. Por eso fue una fortuna la ruina económica del padre del poeta. Rafael Montesinos fue a Madrid porque su padre se arruinó en los negocios. Irse a Madrid con la ruina en la maleta era en aquella época, recién terminada la guerra, algo normal en quienes por dignidad no querían pasear su barquinazo por Sevilla. Pienso que Rafael Montesinos existe literariamente gracias a que su padre se arruinó. Si no llega a irse, adiós, nostalgia, adiós... (Por cierto, que en la guerra, Rafael Montesinos fue uno de los más jóvenes requetés voluntarios en el Tercio Virgen de los Reyes. Aunque nunca presumió de ella, ganó la Medalla Militar Colectiva por las acciones de Sierra Tejonera en el frente de Peñarroya, casi al final de la guerra.)

TARAZONA.- El nombre del poeta está en dos lugares queridos de Sevilla, en la Puerta de Triana, en la calle Santa Clara. también debería estar en esa urbanización que vemos a la derecha de la carretera, yendo hacia Carmona, donde una flecha señala unas casas adosadas que son el recuerdo del campo de Montesinos: "Tarazona". Tarazona, al lado de Tarazonilla, era la finca del padre de Montesinos. Allí el poeta vio a aquellas aceituneras de sus versos inmejorables. Al pie de un olivo de "Tarazona", olivo de Minerva Bética debería ser escrito el nombre de Montesinos. Aunque al lado hubiera un adosado, una piscina. Y una barbacoa.

LAUS BAETICAE.- Andaluz como pocos, hondo, serio. Su Tertulia Hispanoamericana del Instituto de Cultura Hispánica fue muchos martes, lustros de martes, una activa ventana abierta a la poesía andaluza, cuando otros la negaban. Cuando nadie hablaba de Andalucía, Montesinos hasta tenía nostalgias de ella. El colofón de sus libros de versos lo demuestra. Es tan andaluz de la Bética, del olivo de Tarazona, que su "Viva Andalucía Libre" lo pone en latín de Villasís: "Laus Baeticae".

Rafael Montesinos: "El rito y la regla"     Algunos poemas de Montesinos

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