Como
un rito más de la primavera, hay más
farolillos en el suelo, empapochados,
que colgados en las calles de la
Feria, destrozados por la lluvia, El
pronóstico del tiempo da agua, tela de
agua, para el Miércoles de Feria.
Viendo a Talavante el sábado hubo
quien se cogió en los toros un
enfriamiento de garabatillo. A uno al
que invitaron y que se fue a la plaza
sin gabardina y sin paraguas, que se
compró un impermeable de fortuna de
los que venden en la puerta, pero se
le rompió el plástico y se pegó el
remojón del siglo, al término de la
corrida, atchiiiiís, le decía a quien
lo había convidado:
-Gracias
por invitarme a los toros...y por
haberme convidado a resfriado. Es la
vez primera en mi vida que me han
convidado a coger un enfriamiento.
O sea,
que estamos en lo de siempre. Como en
Semana Santa estábamos en lo de
siempre, en los teléfonos de
Meteorología echando humo con las
llamadas desde las salas del cabildo
de oficiales reunido para ver si
salimos o no salimos, en los palios
mojados, en los nazarenos chorreandito,
en las cofradías refugiadas, qué
clásico lo de «se ha refugiado en la
Anunciación». La pasada Semana Santa
fue igual que está siendo esta
preferia: de agua en cantidad. Fue una
Semana Santa de «ojú, lo negro que
viene por el Aljarafe», en lugar de:
«Mira qué bonita viene.» Y en esta
Feria, si Eolo no lo remedia, pues
igual. En vez de Feria de «lo bien que
lo vamos a pasar», Feria de «no va a
caer ná» y de «pues me han dicho que
en Huelva está cayendo la del tigre».
De todo
lo cual se infiere que de cambio
climático, nada. El cambio climático
es un embuste muy gordo. Primero,
porque no hay cambio climático.
Hombre, se habría operado el referido
cambio si en Semana Santa no hubiera
llovido como llovió, que es lo que
pasa siempre. El clima habitual en
Semana Santa no ha cambiado nada.
Habría cambio climático si en la plaza
de los toros no hubieran tenido que
sacar ninguna tarde el cartelón de la
pizarra donde con tiza se anuncia si
el festejo se da o no se da. Si en la
Feria los farolillos estuvieran más
secos que el ojo de un tuerto, y el
albero de los arrecifes,
resplandeciente, y no encharcado y
empapochado. Si de verdad existiera el
cambio climático, llovería y caerían
chuzos de punta en pleno mes de
agosto, cuando estamos en Matalascañas,
no ahora en primavera, para
fastidiarnos la Semana Santa y la
Feria. Esto es, como siempre.
Y el
calentamiento global del que hablan,
lo mismo: tampoco existe. Si existiera
el calentamiento terráqueo, ¿cómo iba
a hacer en esa parte del globo
terráqueo que es La Campana el frío
que hizo en la Madrugada? Un abonado
que yo conozco salió a tomarse un
cafelito para calentarse y que le
entrara el cuerpo en caja cuando
estaba pasando el Calvario, y al
volver tuvo que echar a dos pingüinos
que se le habían sentado en sus sillas
para ver entrar el Caballo de Triana.
-Es que
los pingüinos son mucho de Triana. ¿Tú
no ves los osos polares? Esos son más
bien macarenos, pero los clásicos
pingüinos de la Madrugada han sido
siempre mucho de la Esperanza de
Triana.
Y
después, la nula capacidad de
predicción de los meteorólogos. Si a
las 12 de la mañana del Martes Santo
no son capaces de decir el tiempo que
va a hacer a las 2 de la tarde y la
del Cerro se pega la mojada del siglo,
¿cómo vamos a creernos el Apocalipsis
sin caballos que anuncian y al que han
puesto el nombre de cambio climático?
En cuestiones de tiempo y de clima no
hay que creerse nada. Al tío que tiene
que reponer los farolillos de la
Feria, que no le venga Cristina
Narbona hablándole de la sequía. Las
cofradías se han mojado como siempre
se mojaron. Como en cuantito pongan la
Feria del Libro, verá usted caer agua.
Si Cristina Narbona de verdad quisiera
solucionar la presunta sequía, le
diría a Carmen Calvo que pusiera una
Feria del Libro junto a cada pantano,
verías tú entonces lo que es llover.
Como no hay cambio climático, la Feria
ya se ha mojado como siempre se mojó.
Tomen esta última forma verbal,
añádanle una ene y es el que hay que
darle a los apocalípticos del cambio
climático que no existe.