Clic para ir a la portada

El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La vida en un mantón de Manila

 

Días de mantones de Manila. Doblados sobre los balconcillos de sombra de la plaza de los toros, como prendas de un ajuar de novia, discretamente, sin alardes, para que no ofendan a nadie proclamando lo buenos y antiguos que son. Y en las delanteras de sol, extendidos gloriosamente como una colgadura de barrio para la Majestad en público, ¡hala!, aquí estoy yo con mi mantón, de la teletienda, seda sintética y bordados de máquina, pero con la misma voluntad de tradición.
Noches de mantones de Manila en la Feria. De flecos que se enredan en los botones de una bocamanga. Los flecos del mantón, enredándose en los botones, a veces son palabras del mismo lenguaje del amor del abanico. Si yo escribiera una novela de la Sevilla de la Exposición, el muchacho conocería a la muchacha en la caseta del Círculo una noche de Feria, cuando los flecos del mantón se le enredan en sus botones, como la zarzamora por los vallados del cante, como un deseo entre el metal de los cañeros de manzanilla.
Pasan los mantones sobre los hombros de las sevillanas, delimitan su talle, la nocturna orografía de sus pechos, y esa seda se extiende como el mapa de una vitrina del Archivo de Indias. Los mantones son la cartografía sentimental de todo lo que le llegaba a Sevilla por el río. En el mapa virreinal de un mantón aún no hemos perdido las Filipinas del ministro Ayala; todavía está allí amasando su fortuna un antepasado de mi recordado Pepe Luis Castelló. Todos los mantones son los últimos de Filipinas: yo te diré por qué mi canción te evoca sin cesar, España de las colonias de donde nos viene el cubano veguero para los toros, el boricua café de caracolillo que despeja la tajá y estos filipinos flecos del amor, enrejado de la celosía de la noche de fiesta en la ciudad que parece que aún está esperando que le llegue el Galeón de Manila.
Cada mantón es un mapa con la Historia de España y un libro con la de Sevilla. Pasa el blanco bordado en blanco; o el otro fucsia como de talle de cigarrera; o el negro mantón con su paisaje de chinos de pagoda y orillas de ríos en hilos azules, y evoco esa España colonial. Pasa el de rosas como dibujadas por el cartujano pintor de loza de la sevillana, y evoco la ciudad de una Isabel II de puente, peina y mantón. Te puedes bañar dos veces en el mismo río bordado de los chinos del negro mantón de alborear de buñoleras. Las mujeres pasan y sus mantones quedan. Puedes ver los mismos mantones en otros hombros. Pasan de madres a hijas, de abuelas a nietas. En cada casa hay una cómoda donde se guardan los mantones. Es el archivo general de la nostalgia de una familia. Los legajos de esas vivas fuentes de la historia son los papeles de seda con los que manos amorosas, terminada la Feria, envolvieron y enrollaron esos mantones. Isabel mi mujer, muerta mi madre, una vez desenrolló un mantón bellísimo, negro con flores de color atardecer de Triana, que por última vez habían envuelto cuidadosamente las manos de mi zapatera. Mi madre le había dejado ese mantón como mi abuela Tomasa se lo legó a ella. Isabel se puso el mantón una noche de cruz de mayo sevillana, cruz de mayo que en mi patio de la nostalgia levanté. Y era como si mi abuela Tomasa volviera otra vez, tan joven, tan guapa como ella, a una noche de fiesta en un lejano pabellón de cobre y Caldo Maggi en la Exposición del 29. O como si mi madre, tan señora, con su peinado de ondas, con su vestido estampado, volviera una noche de la Feria del Centenario a la caseta de El Gazpachuelo, mientras mi padre, con su sombrero de alancha marrón, comenta lo bien que ha estado su admirado Manolete. Ese mantón negro, hermoso como estas tres mujeres de mi familia que lo llevaron, me sirvió de portada a un libro, a la antología de versos populares «Rapsodia española».
Estas tardes de toros, estas noches de Feria, cada mantón antiguo es también una antología de recuerdos, como un bordado libro de familia, una ejecutoria de grandezas. Y cada mantón nuevo, cabeza de una estirpe de nostalgias. Ese mantón tan bello, María, con la seda color hueso, bordado a mano en Villamanrique, que Pedro te ha regalado, lo llevará un día tu nuera, y otro tu nieta. Y en sus flecos le llamarán nostalgia las generaciones a esta tu alegría de vivir Sevilla.

 

 

Articulos de días anteriores
 

Correo Correo


Clic para ir a la portada  

Biografía de Antonio Burgos  

Libros de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés




 

 


 

 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España.

 

 

 

¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio