Sostengo que en los últimos lustros ha habido un importante intercambio de identidades entre el Sevilla F.C. y el Real Betis. Igual que los equipos que se enfrentan por primera vez intercambian banderines, de tanto enfrentarse como si fuera esta noche la última vez en las discusiones de barra de bar, los dos clubes sevillanos han terminado intercambiando identidades. No hay nada que me recuerde más a la antigua afición del Betis que la actual afición de Sevilla. El fervor, la entrega, la pasión, hasta una cierta estética parece que hubieran pasado desde el Betis al Sevilla. El Betis sufre una crisis de sus élites, una crisis deportiva y también una crisis de identidad. Lo del Betis es un poco de diván de psiquiatra, Javier Criado. Como si su papel en la ciudad, su función representativa de Sevilla ante el mundo de la pelota y de sus aficiones, lo hubiera ocupado el Sevilla Fobaclú. Ha habido un cambio de papeles porque el Betis perdió los suyos y porque el papel del Sevilla F.C. subió como la espuma en el Ibex 35 de estar vivo (y el otro coleando) en las tres competiciones en las que gloriosamente lucha triunfa: la UEFA, la Copa del Rey y la Liga.

Antes el equipo de Sevilla que caía simpático en España entera era el Betis. Que esto no salga de Nervión, pero me parece que ahora el que cae simpático ante España entera es el Sevilla F.C. Antes, al que puteaban en los grandes centros de decisión de las mafias del fútbol, era al Betis. Ahora al que ignoran es al Sevilla, maltratado por la prensa, radio y televisión deportivas en beneficio del Barsa y del Real Madrid. En España no se quieren enterar, ye, ye, de cómo está el Sevilla y mucho menos de cómo es este Sevilla, que para mí no es de Juande Ramos, de José María del Nido, de Javi Navarro ni de nadie, sino obra de Monchi. Monchi es el canónigo de la Catedral de Nervión que un día dijo: "Fagamos un Sevilla tal que los siglos venideros nos tomen por locos". Y lo hizo. Y de un modo sevillanísimo: sin alardear, sin presumir, casi sin hablar. Monchi ha levantado a pulso al Sevilla como si fuera él solo una cuadrilla de costaleros: de faldones adentro, sin que nadie lo vea, sin moverse un varal, sobre los pies, derrochando cintura y armonía.

Hasta tal punto llega el intercambio de identidades, que si me lo permiten y lo comprenden les diré que no hay nada más bético que Palop. Palop ha hecho ahora lo que antes el Betis. Eso de que el portero, subiendo hasta la meta contraria, marque un gol de cabeza en el minuto 93 de un partido antes sólo ocurría en el Betis: gesta de Utrera, gracia de Rogelio, inspiración de Gordillo, gol de Villarín volviendo la cabeza para no ver cómo entraba la pelota en su querida portería verdiblanca. Bueno, pues eso ahora lo hace el Sevilla F.C. El Sevilla comienza ya a tener lo que antes le sobraba al Betis: lírica, épica, sentimiento trágico de la vida. Esos minutos finales antes de eliminar al Osasuna, con el campo vibrando, fueron como antiguamente el sentimiento bético de la vida.