Fernando
Villalón se arruinó como ganadero de bravo porque
se empeñó en criar toros con los ojos verdes,
verdes como el trigo verde. Del verde, verde
limón, como la veredita verde que no cría yerba
para la izquierda y tiene jaramagos selváticos
para la derecha y que conduce a la puerta del
Ayuntamiento.
¿Cuántas orejas
hacen falta para salir por la Puerta del Príncipe
de Sevilla? Todo el mundo lo sabe: tres. En
Sevilla hay que cuajar al menos un toro, y
cortarle las dos orejas. Siendo eso más difícil
que alicatar un búcaro por dentro o barrer una
escalera para arriba, es sencillísimo al lado de
lo difícil que es entrar por la Puerta Grande del
Ayuntamiento para que le den a uno el bastón de
alcalde. ¿Cuántas orejas hacen falta para entrar
por la Puerta Grande del Ayuntamiento? ¿Dos, como
en Las Ventas? ¿Tres, como en la plaza del Arenal?
No, más todavía. Para ser alcalde en Sevilla hay
que cortarle las tres orejas a un solo toro.
-Pero no hay toros
con tres orejas, usted...
Por eso, por eso es
tan difícil ser alcalde de derechas en Sevilla,
aun ganando las elecciones municipales como Zoido.
Palabra de Zoido y palabrita del Niño Jesús. La
vigente y lamentable ley electoral obliga a la
derecha a que le corte las tres orejas a un toro.
O sacas mayoría absoluta, o te quedas en tu casa
con todos tus votos. Como un señor, pero en tu
casa. Porque no eres de la Mayoría de Progreso que
se proclama a sí misma heredera directa de la
gorra de Pablo Iglesias y de la peluca de Santiago
Carrillo, marqués de Paracuellos del Jarama. Los
toros del triunfo pastan en las dehesas de Sevilla
Este, de Macarena Norte, del Cerro del Águila. En
Los Remedios, en el centro, en Nervión y en Triana,
aunque Zoido haya cuajado allí un montón de toros
de dos orejas, no cuentan. Si no eres de
izquierda, como no le cortes las tres orejas a un
solo toro, por muchos pañuelos que hayan sacado
los tendidos, no puedes salir de alcalde, por la
aritmética perversa del Pacto de Progreso.
Vamos, que o sacas
mayoría absoluta o te vas a tu casa como el
vencedor que nunca podrá comerse una rosca. Que es
lo que le ha pasado a Zoido. Lo mismo que ya le
pasó a Soledad Becerril. La derecha tiene que
sacar mayoría absoluta para poder tocar pelo. Lo
dicho de los toros con tres orejas. En cambio, se
aplica el principio de Todo Vale a esa
autoproclamada izquierda que en las conferencias
de la campaña electoral es presentada por los
negociantes acaparadores de suelo para el
«urbanismo productivo».
Es como si en el
ejemplo de la corrida del toro de tres orejas,
aunque el diestro cabecera de cartel cortase dos
orejas en un toro y una en el otro, no le valiesen
de nada para salir por la Puerta del Príncipe,
digo, para entrar de alcalde por la puerta del
Ayuntamiento. Pero en cambio los otros dos
diestros sí pueden sumar las dos vueltas al ruedo
que ha dado el segundo en sus toros y la única
vuelta al ruedo del tercer espada. Dos y una,
tres: ea, ya tienen más trofeos que el otro. ¡A
gobernar se ha dicho, en nombre de los ciudadanos
y ciudadanas! Y el otro, que guarde en el esportón
los apéndices auriculares (que dicen los cronistas
taurinos cúrsiles) o que los mande a Gamarra para
que se los diseque si quiere, pero que se vaya a
su casa, que los que entran a hombros por la
Puerta del Poder Municipal son los legitimados
(¿por qué?) para sumar sus petardos y convertirlos
en triunfos.
Deben de ser las
cosas de la aritmética mágica de Sevilla, en la
inmensa capacidad que tiene la ciudad para
convertirlo todo en tradición. Es tradición que
los seises no sean 6, que sería lo lógico, sino
10. Con el mismo ábaco mágico, lo ya clásico y
tradicional en el Ayuntamiento de Sevilla es que
no gobierne quien saca más votos, si es de
derechas, sino quien pueda hacer mejor el
ganapierde y el pierdigana de los pactos con
25.000 votos de pata negra, chachis, de izquierda
pura de pipa y carpa. Cuando los cicerones les
enseñen el Ayuntamiento a los turistas en la
Ciudad Peatonalizada de Diseño, Catenarias,
Parasoles, Carril Bici y Trenecito, deben
llamarles la atención sobre esta nueva tradición
hispalense y decirles: «Y esto es el Ayuntamiento
de Sevilla, el lugar más curioso del mundo, donde
los que ganan, pierden y los que pierden, ganan.»