LE
acaban de dar la Medalla de las Bellas Artes, como
si fuera un novelista de Carmen Romero o un
galerista de Carmen Calvo. El jurado de los
premios Príncipe de Asturias de las Artes lo lleva
entre los más firmes candidatos al galardón. Así
que no me extrañaría que también esté en lista de
espera para que le den la Gran Cruz del Mérito
Civil, el collar de la Orden de Carlos III y que,
si se tercia, el Rey le entregue el Toisón de Oro
(que es de Huelva, vamos, que hay que devolver
cuando el insigne la palma) y lo cree Conde del
Bulli, con grandeza de España, perdón, del Estado
Español, que es catalán. Hablo de Ferrán Adriá.
-¿Ese quién es? ¿Un
pintor?
-No, un cocinero.
-¿Entonces por qué
le dan la Medalla de las Bellas Artes y le quieren
dar el Príncipe de Asturias de las Artes?
-Eso digo yo.
Y no queda ahí la
cosa, en esta moda absurda del Todo Vale aplicado
a las Artes, que ya es arte hasta freír un huevo,
si es un huevo desestructurado y en emulsión de
pamplinas sobre un lecho de chorradas del campo.
Este Ferrán Adriá ha sido invitado especialísimo
en la ciudad alemana de Kassel para que como un
pedazo de artista de vanguardia y no un «cocinero,
cocinero, enciende bien la candela y prepara con
esmero un arroz con habichuelas», que cantaba
Antonio Molina, participe en la exposición de arte
contemporáneo «Documenta».
-O sea, que hasta
que no cuelguen en las paredes del Museo Reina
Sofía un bisté empanado por Ferrán Adriá no van a
parar.
¡Qué ordinariez
acaba usted de decir! ¡Cómo se ve que no tiene
usted paladar ni cultura para poder degustar como
el verdadero arte contemporáneo y de vanguardia
que es la cocina de las pamplinas, las
garambainas, los perendengues, las tomaduras de
pelo y la estocá hasta la bola a la hora de
presentarte la factura! ¿Pero no sabe usted,
hombre de Dios, que el divino Ferrán Adriá no hace
esas ordinarieces de guisar de comer, que dicen
los asturianos, ni de un puchero con tós sus
avíos, que decimos los andaluces, sino que es un
artista en la elaboración de los sabores, los
aromas y las texturas?
-Pues ayer me tomé
yo una sopa de tomate en casa de su amigo Manolo
Baro, en el Paseo Marítimo de Cádiz, que no vea
usted qué sabores, qué aromas y qué texturas.
-Sería en emulsión,
naturalmente...
-No, en plato hondo
y con cuchara: una sopa hecha con unos mendrugos
de pan duro, unos tomates y mucho arte, ahí sí que
hay arte.
Nada vanguardista ni
contemporáneo. Sin cuento alguno. Lo único digno
de premio que encuentro en Ferrán Adriá es su
poder embaucador. Echarle el suficiente cuento del
envergue como para que la gente haga cola para
reservar mesa donde los desplumen tras ponerle una
«espuma de judías secas con erizos de mar»,
aguanten la risa, o «gelée de caviar a la crema de
coliflor», ¡toma del frasco de las esencias, los
sabores y las texturas! Platos a los que les pasa
como a los huevos fritos con chanquetes de la
nueva cocina andaluza: que es la mejor forma de
estropear los chanquetes... y de estropear los
huevos fritos. Si esa emulsión de la sublimación
del cuento del alfajor culinario se hubiera
quedado en las catalanas mesas y fogones de El
Bulli, tendría un pase. Pero como todo se pega,
menos lo bonito, una ola de Bullimanía y de
Adrianitis afecta a España entera. Vas a un
restaurante que te creías serio y te pegan en toda
la boca con una «crema de papas aliñás desecadas
al aroma de bajamar de dos cangrejos moros
heterosexuales, en emulsión de espárragos
trigueros». Y todo eso en unos platos así de
grandes (a ser posible cuadrados o triangulares),
con unas raciones así de chicas, y unas facturas
de premio. Pero no de premio Príncipe de Asturias,
sino de premio a la mejor estocada de San Isidro.
Qué arte ni qué arte
va a tener El Bulli. Arte, el de mi abuela Josefa
Carmona Falcón, que con unas tagarninas del campo
hacía en El Viso del Alcor maravillas para dar de
comer a sus hijos. Aquellas mujeres que quitaban
las hambres de los suyos con una lata de caracoles
sí que se merecían la Medalla de las Bellas Artes
y el Príncipe de Asturias de la imaginación al
fogón, y no este Dalí de la cocina.