SI
don Emilio Carrillo, teniente de alcalde de
Urbanismo, no fuera tan bético y fuese, un
poner, tan palangana como su gerente, el
catedrático de Geografía don Manuel Marchena,
nos habría dado la clave para comenzar este
artículo. Porque en vez de «El Betis y
Sevilla», documentadísimo libro de próxima
publicación, habría escrito «El Sevilla y
Sevilla».
-No se
contradiga usted con esas hipótesis. Lo que
acaba usted de escribir es lo mismo que
usted dice: «Si mi prima tuviera dos
testículos, no sería mi prima, sino mi
primo». Si Carrillo escribiera la historia
social y económica del Sevilla F.C. no sería
Carrillo: sería Marchena.
Pero nos daría
la clave que buscar quiero: el Sevilla F.C.
como indicador económico. No hay mejor
indicador del PIB de Sevilla y de la renta
familiar de la ciudad que el número de
sevillistas que viajan con el triunfal
equipo de sus rojos arrebatos: vamos,
campeones. Pero vamos a sacarnos un billete
de Ave en preferente, a reservarnos un buen
hotel en Madrid, a pedir mesa en El
Donostiarra, El Chistu o Lucio para celebrar
la Copa después del partido. ¿Cuánto vale
eso, precio de la entrada del Bernabeu
aparte? Pues métale usted el lápiz. Los
veinte mil duros tirando corto no hay quien
se los quite. Claro que se puede ir más
modestito, de Los Amarillos y oro, autobús,
bolsa con el bocata, neverita con la cerveza
fresquita y vámonos que nos vamos a pegarnos
el palizón de llegar para el partido y
volvernos de madrugada con las Copas
puestas: la del Rey y las que nos vamos a
tomar para celebrarla.
A la gran
dimón o en chuchiperri, el caso es que
65.000 sevillistas, y a mucha honra, o ya se
han metido en carretera y esta noche ya han
dormido en Madrid para ser testigos en el
Bernabeu de la que (sin renunciar a mi
beticismo «manque Lopera») deseo histórica
gesta, o están a estas horas sentados en su
vagón del Ave en Santa Justa, ABC en mano,
en plan: «A ver qué dice hoy Burgos». Pues
Burgos dice que se alegra una jartá de que
la ciudad de Sevilla tenga este poderío
económico, que estemos que lo tiramos; que
haya 65.000 sevillistas que, a una media de
diez mil duritos per capita, puedan gastarse
hoy más de 3.000 millones de pesetas para
protagonizar en Madrid la mayor Marea Roja
que vieron los siglos. ¿Es eso un indicador
económico de la prosperidad o no lo es? Por
eso decía al principio que esto lo tenía que
estudiar Emilio Carrillo, especialista en
estadísticas e indicadores de la economía
sevillana. Economía que por cierto ahora
está en manos de un fósil comunista (Alfonso
Lazo dixit) que tiene nombre de directivo de
la Real Sociedad.
En el
suplemento de ABC sobre la Copa venía ayer
una fotografía preciosa, que parece
ilustración de una biografía de Luis Cernuda.
Unos sonrientes y guapetones muchachos en
blancas mangas de camisa, con zapatos
blancos y marrones y gafas manoletinas, se
traen para Sevilla con toda alegría, la Copa
de 1935. Torróntegui y Campanal, tan
jóvenes, tan alegres, son como una
proclamación de la vida que al año
siguiente, ay, quedaría ensangrentada en
toda España. Pero no voy por la nostalgia en
sepia de una fotografía que viene pidiendo
poetas sevillistas como Antonio García
Barbeito. Voy por las fatiguitas de aquella
Sevilla de 1935, hambre, riadas y corrales,
y por esta prosperidad del 2007. ¿Cuántos
sevillistas acompañaron entonces al equipo a
Madrid para traerse la Copa? No llegarían a
300, tirando largo; un vagón del exprés todo
lo más. Y ahora, ya ven: 65.000 sevillanos,
haciendo relucir Madrid cuando suben y bajan
los andaluces, como hicieron relucir
Eindhoven. Suben cantando «Aquí estamos
contigo, Sevilla» y se bajan con la Copa.
Con la cuarta Copa. Punto en el que me
acuerdo de mi filósofo de cabecera, Beni de
Cai. El Beni dijo un día: «Sí, yo le he
cantado a Franco, le he cantado al Conde de
Barcelona, le he cantado a Juan Carlos. ¡Y a
mí qué me importa!» El Sevilla ganó en 1935
la Copa del Presidente de la República; en
1939 y 1948, la Copa de Franco. Hoy la Marea
Roja contemplará la conquista de la Copa del
Rey. Con Eizaguirre, con la Delantera Stuka,
con Arza o con Javi Navarro, el Sevilla dice
como El Beni: ¡Y a mí que me importa! Me
alegro de esta prosperidad deportiva
sevillista y económica sevillana. Más maera,
que esto es la Marea Roja gloriosa.