RECORRE
España una ola de inmensos platos
cuadrados con una ración así de chica,
peligrosísima epidemia detectada en
los restaurantes de la nueva cocina y
contra la que no hay vacuna posible.
Pero como las desgracias nunca vienen
solas, se aproxima otra ola de
modernidad y progreso mucho más
increíble: la de los abanicos
cuadrados. Tal como suena.
-¿Pero
cómo puede llegar a ser cuadrado un
abanico?
-Pues de
la misma forma que Zapatero es
presidente del Gobierno: degenerando.
A la
cuadratura del círculo no hemos
llegado todavía, que todo se andará,
pero la cuadratura del castizo,
típico, racial y españolísimo abanico
sí se ha conseguido. Fue presentada al
mundo por Carmen Calvo, en Barcelona,
apadrinada por Woody Allen. Woody
Allen no vino para hablar de su
película, no: vino para presentar el
abanico cuadrado de Carmen Calvo.
Igual que ya ha pasado a la Historia
Universal el ingenio agropecuario
gaditano de Agustín González «El
Chimenea», inventor del partebabetas,
del pelachícharos, del ablandacoles y
de las albóndigas cuadradas
completamente del todo, de aquí en
adelante la Galería de la Fama de los
grandes avances de la Humanidad ha de
reservar lugar de honor para la
ministra de Cultura, Carmen Calvo
Poyato. ¿Por cómo ha conseguido
mosquear con la Ley del Cine hasta a
los acomodadores que ya no hay en los
multicines y a los que venden las
palomitas? No, padre. ¿Por cómo ha
chaqueteado con respecto a la subasta
del «Santa Rufina» de Velázquez, que
cuando era consejera de Cultura en
Andalucía decía que el Gobierno tenía
que comprarlo, y ahora que la ministra
de Cultura en el Gobierno es ella dice
que ese cuadro no vale un duro?
Tampoco. Carmen Calvo se ha buscado su
lugar en la Historia no por encabezar
con gafas de ver cine en relieve (y
con Zerolo puesto) una manifestación
cultural tan importante como el
Europride, sino por algo mucho más
ingenioso, innovador y fundamental
para la cultura española: por ser la
primera que se ha echado aire con un
abanico cuadrado. Sí, señor, eso se
llama proteger y fomentar el diseño.
¡Barra libre para los diseñadores!
Hasta que consigamos que nada sea lo
que parece y nada parezca lo que es,
que en eso consiste el diseño, no
hemos de parar.
El
abanico de Carmen la Cigarrera, el que
celaba los ojos negros de la española
apasionada, el de Lola Flores, el
abanico glorioso de Concha Piquer
están desfasados. Son carcas y
reaccionarios, pues hablan el lenguaje
del abanico, que es el lenguaje del
amor heterosexual, una antigüedad.
Llevemos la modernidad y el progreso
al abanico, y hagámoslo cuadrado. ¿Por
qué sus varillas y su país han de
describir la perfecta media
circunferencia como de plaza de toros,
de luna llena? Nada, nada: según la
Alianza de Abanicaciones y la
Educación para la Abaniquería, de aquí
en adelante los abanicos han de ser
cuadrados, puro diseño. ¿No hemos
inventado la rendición del Estado en
forma de proceso de paz? ¿No hemos
convertido en una ONG a la Gloriosa y
Fiel Infantería? ¿No salimos a seis
soldados muertos al mes en las
llamadas misiones de paz? ¿No les
llamamos atentados a las emboscadas de
guerra? ¿Por qué entonces, a ver, que
me lo expliquen, los abanicos han de
ser redondos? No hay nada más facha
que un abanico redondo. Tenemos que
poner nuestra huella en todo, hala,
que se note que aquí quienes mandamos
somos nosotros. Hemos empezado por el
abanico, pero verás tú cuando
lleguemos a la peina y a la bata de
cola, cómo vamos a poner a La Pantoja.
Y de la guitarra, ni te cuento. ¿Por
qué ha de tener la guitarra silueta de
mujer, como dijo el otro al dar un
concierto ante un cónclave de
feministas profesionales y se armó la
del tigre? Apliquemos la paridad de la
cuota a la guitarra española; la mitad
de las guitarras, según cuota, deben
tener silueta de mujer, con talle y
caderas; pero la otra mitad deben
recordar a los tíos macizos.
Esta es
la teoría, supongo, del abanico de
Lady Calvo. El de Lady Windermere, a
la basura: Oscar Wilde era tan
reaccionario que los imaginaba
redondos. Se trata de que nada sea lo
que parece. Carmen Calvo mismo, sin ir
más lejos, con abanico cuadrado o con
abanico redondo, parece cualquier cosa
menos una ministra de Cultura.