NATALIA Arce es una
sevillana de 35 años, arabista, que
ha trabajado en agencias
internacionales de noticias y en la
BBC y actualmente hace el doctorado
en Estudios Internacionales en la
Autónoma de Madrid. Cuando estaba
buscando trabajo en su tierra le
dijeron un día: «Tu currículum es
demasiado bueno para Sevilla. Prueba
en Madrid o Barcelona». Son miles
los JASP sevillanos que están en el
caso de Natalia. Ya saben qué es un
JASP: «Joven Aunque Suficientemente
Preparado». Incluso aquí tenemos la
versión local, que son los JPDPS:
«Joven, Pero Demasiado Preparado
para Sevilla». Hablamos de la ciudad
de la tecnología que crea Palmas
Altas o la industria aeronáutica; o
que apuesta porque el viejo muelle
sea un nuevo Puerto que genere al
menos una quinta parte de la mitad
del cuarto de la riqueza que dio a
Sevilla el que fue Puerta de las
Indias. Con tal de que no sea el
Puerto de Hacer el Indio nos
conformamos, en esta ciudad que
aparentemente vive del aire, de dar
pelotazos, de cobrar subvenciones y
de vendernos unos a otros cosas que
se fabrican en Barcelona. Siempre en
Barcelona. Hagan la prueba del 9 a
la industria sevillana cuando se
rompe la lavadora. Usted llama a una
empresa de un llamado Polígono
Industrial. Que de industrial no
tiene nada, apenas es de servicios.
Donde comprueba que el arreglo de su
lavadora depende de la verdadera
industria, de la que está en
Barcelona. La pieza que se ha roto
nunca la tienen aquí, nunca puede
ser fabricada aquí. Siempre oye
usted la misma frase:
-Le tenemos que poner una pieza
nueva, que no la tenemos en «stock».
Nos la tienen que mandar de
Barcelona. Y como allí el martes es
fiesta local, hasta el viernes de la
semana que viene por lo menos no
cuente usted con ella...
Los jóvenes y preparadísimos
universitarios sevillanos hacen a la
inversa el mismo recorrido de la
famosa pieza que tiene que venir de
Barcelona: con ese curriculum, con
ese master, con ese dominio hablado
y escrito de inglés, con ese MBA, se
tienen que ir a buscar trabajo allá
donde fabrican las piezas que
consumimos aquí. Es el caso de
Julio. Mi amigo Julio, mi lector
Julio, es un joven sevillano del
Postigo, hermano de la Pura y
Limpia, que como tiene el pedazo de
curriculum que tiene, no ha
encontrado trabajo en Sevilla y se
ha tenido que ir a hallarlo a San
Luis. Cuando le dijo a un amigo que
se había mudado a San Luis, le
preguntó:
-¿A qué lado de San Luis? ¿Para la
parte del Pumarejo o para San
Marcos?
Y Julio le contestó:
-No, para ninguna de las dos. Me he
tenido que mudar para un San Luis
desde donde no ves el Arco. Para
encontrar trabajo me he tenido que
ir a San Luis de Missouri, al
Midwest de los Estados Unidos.
Y allí está ahora Julio. En ese San
Luis donde se pierde el Carmen de
San Gil, pero donde cada día, por
Internet, puede leer su ABC de
Sevilla y encuentra tortas de Inés
Rosales. Desde allí me escribe. En
sus palabras adivino la fuga de
jóvenes cerebros de la que nunca
nadie habla. ¿Cómo sería Sevilla si
todos estos licenciados e ingenieros
pudieran trabajar aquí? Esto sería
por lo menos Suecia. Julio sabe que
su caso no es el único. Me dice:
«Este año hemos coincidido varios
amigos que nos hemos tenido que
venirnos al extranjero a trabajar.
Por ejemplo mi amigo Pepe, con sus 7
niños, a Shangai; Ignacio, el que
fuera director del Museo de Bellas
Artes, a Nueva York; mi hermana, a
Boston; otro amigo, marino, a
Nápoles. ¿Por que nos vamos? Bonita
pregunta. ¿Se ha asomado usted a los
AVE de las 22 horas un domingo? ¿No
ha visto salir todo ese joven
talento de Sevilla, que como muy
cerca tiene el trabajo en Madrid?
Aún nos falta tejido productivo que
permita que gente tan brillante como
la que emigra pueda hacer nuestra
tierra un poquito mejor.»
Sevillanos de traje y corbata cara
con portátil y blackberry, que
desmienten el estereotipo de que no
la doblamos, no nos perdemos la
siesta y que cuando no estamos de
Feria, sacamos una procesión
extraordinaria con motivo de las
bodas de oro...del prioste. Por la
Castellana, la City londinense, el
centro de Frankfurt o en San Luis,
como Julio, estos sevillanos de la
sanrgía humana esperan al menos
poder volver a su tierra antes que
abran de nuevo Santa Catalina.