Dejamos el otro día 
                                                        comprando tortas de 
                                                        Castilleja en San Luis 
                                                        de Missouri al sevillano 
                                                        Julio, el de curriculum 
                                                        demasiado bueno como 
                                                        para encontrar trabajo 
                                                        en este Reino de la 
                                                        Mediocridad. Tengo que 
                                                        rectificar: no eran 
                                                        tortas de Castilleja de 
                                                        la Cuesta, de Castilleja 
                                                        de los Reyes, de 
                                                        Castilleja de Bernardo y 
                                                        Ruperto, de Castilleja 
                                                        de la Calle Real, de 
                                                        Castilleja de la Plaza, 
                                                        de Castilleja de las 
                                                        Irlandesas. Eran tortas 
                                                        de Inés Rosales, que, 
                                                        como se verá al final de 
                                                        esta historia, es lo 
                                                        mismo, pero no 
                                                        exactamente igual.
                                                      
                                                        Si yo fuera de los que 
                                                        dicen a quién tiene que 
                                                        tocarle la muñeca 
                                                        chochona de la Medalla 
                                                        de Andalucía en la 
                                                        tómbola que la Junta 
                                                        pone cada 28-F, proponía 
                                                        al jefe de marketing de 
                                                        las tortas de Inés 
                                                        Rosales. Más 
                                                        exactamente: de las 
                                                        legítimas tortas de 
                                                        aceite de Inés Rosales. 
                                                        Hablamos mucho de la 
                                                        balanza de pagos; de 
                                                        cómo las exportaciones 
                                                        españolas están chungas 
                                                        y cortitas con agua; de 
                                                        cómo son países 
                                                        extranjeros los que 
                                                        sacan el valor añadido a 
                                                        los productos de las 
                                                        industrias de 
                                                        transformación agraria 
                                                        andaluzas, etcétera. (No 
                                                        «un largo etcétera», 
                                                        como dicen los que no 
                                                        saben hablar. Un 
                                                        etcétera a secas. Los 
                                                        etcéteras no son ni 
                                                        cortos ni largos. Esas 
                                                        son las faldas de las 
                                                        señoras, no los 
                                                        etcéteras.) Inés Rosales 
                                                        es la otra cara de esta 
                                                        devaluada moneda.
                                                      
                                                        Cuando entras en un 
                                                        supermercado en el 
                                                        extranjero, y más si es 
                                                        al otro lado de la mar 
                                                        oceana, te llevan los 
                                                        demonios cuando miras 
                                                        donde los aceites, los 
                                                        vinagres y los avíos de 
                                                        aliñar ensaladas. (Que 
                                                        no de freír, porque los 
                                                        guiris son tan esaboríos 
                                                        que fríen con 
                                                        mantequilla o con 
                                                        margarina se llama mi 
                                                        amor, margarina 
                                                        Rodríguez Garcés.) Ves 
                                                        los aceites de oliva y 
                                                        salvo honrosas 
                                                        excepciones en que te 
                                                        encuentras una botella 
                                                        con la Y de Ybarra, con 
                                                        «La Española» de Juan 
                                                        Ramón Guillén o el 
                                                        Migasa de Miguel 
                                                        Gallego, la mayoría son 
                                                        italianas o todo lo más 
                                                        griegas.
                                                      
                                                        Pero seguro que es 
                                                        aceite de Sevilla, 
                                                        envasado y vendido por 
                                                        los italianos...
                                                      
                                                        Seguro, pues es voz 
                                                        común que los italianos 
                                                        dominan el mercado 
                                                        norteamericano con la 
                                                        Mafia y lo que no es la 
                                                        Mafia. ¡Y te da un 
                                                        coraje no encontrar 
                                                        aceite sevillano que 
                                                        ponga «envasado en Dos 
                                                        Hermanas»! Por eso decía 
                                                        que hay que darle un 
                                                        premio a los genios del 
                                                        marketing de Inés 
                                                        Rosales, siendo además 
                                                        como son sus tortas 
                                                        símbolo y recuerdo de 
                                                        Sevilla cuando se está 
                                                        lejos de la tierra. 
                                                        (Hasta el punto de que 
                                                        el sevillano don Diego 
                                                        Martínez Barrio, 
                                                        exiliado en París, le 
                                                        pedía a Don Ramón 
                                                        Carande que se las 
                                                        llevara cuando iba a 
                                                        visitarlo.)
                                                      
                                                        En ese mismo 
                                                        supermercado americano o 
                                                        europeo donde no hay una 
                                                        sola botella de aceite 
                                                        de oliva sevillano, no 
                                                        existe, en cambio, un 
                                                        solo paquete de tortas 
                                                        de aceite que no sea de 
                                                        Inés Rosales. Julio está 
                                                        encantado con poder 
                                                        comprarlas cerca de su 
                                                        casa en San Luis de 
                                                        Missouri. Mi hijo 
                                                        Fernando (otro de los 
                                                        del curriculum demasiado 
                                                        bueno), las encontraba 
                                                        en su supermercado de 
                                                        Zurich. Las tortas de 
                                                        Castilleja de toda la 
                                                        vida, con sus letreros 
                                                        en inglés, en francés, 
                                                        en alemán, en la lengua 
                                                        que haga falta, para 
                                                        proclamar que son las 
                                                        legítimas de Inés 
                                                        Rosales. Todo un ejemplo 
                                                        para la distribución y 
                                                        exportación de los 
                                                        productos de nuestras 
                                                        industrias de 
                                                        transformación agraria. 
                                                        Sus ingredientes no 
                                                        pueden ser más nuestros: 
                                                        harina de Alcalá de los 
                                                        Panaderos, aceite de Dos 
                                                        Hermanas, azúcar Ebro de 
                                                        los Hernández, ajonjolí 
                                                        de las coplas de Rafael 
                                                        de León. Y perfectamente 
                                                        distribuidas en todos 
                                                        los mercados mundiales. 
                                                        Que no presuman otros 
                                                        tanto de modernidad, que 
                                                        la globalización donde 
                                                        ha llegado de verdad ha 
                                                        sido a Inés Rosales. Iba 
                                                        a decir a Castilleja de 
                                                        la Cuesta, pero a los 
                                                        consumidores extranjeros 
                                                        se les revela el secreto 
                                                        que a los sevillanos nos 
                                                        ocultan. Si usted se 
                                                        come aquí su torta de 
                                                        Inés Rosales en el 
                                                        desayuno, como está 
                                                        mandado, en el papel 
                                                        pone Castilleja de la 
                                                        Cuesta. Si usted, como 
                                                        Julio, se la come en 
                                                        Missouri, el papel 
                                                        parafina que envuelve el 
                                                        crujiente ruedo de la 
                                                        gloria pone, desde 
                                                        luego, Castilleja. Pero 
                                                        más pequeñito, y en 
                                                        guiri, añade: «Fabricada 
                                                        en Húevar del Aljarafe». 
                                                        Que es donde está ahora 
                                                        la fábrica de Inés 
                                                        Rosales. Con razón a 
                                                        Huévar le llaman «Hueva 
                                                        York». ¡Como que allí, 
                                                        junto al inmenso centro 
                                                        de Mercadona, a pie de 
                                                        carretera de Huelva, 
                                                        está la globalizada Inés 
                                                        Rosales!