Las Españas de los
escritores existen, como existen las
Andalucías. Existe la España de Camilo
José Cela, con sus izas, rabizas y
colipoterras, sus ciegos y sus tontos,
y sus terribles historias de sangre.
Lo de Puerto Hurraco, por ejemplo,
ocurrió para no dejar por embustero a
Cela, para que «La familia de Pascual
Duarte» fuese algo más que un
comentario de texto en el examen de
Selectividad. Como existe el Cádiz de
Pemán, con torres miradores que aún
están esperando que suba una viudita
naviera con un catalejo dorado para
columbrar cómo llega de La Habana una
goleta con un amor vasco y un
cargamento de caoba antillana a bordo.
La Sevilla de Luis Cernuda existe, en
el sopor de la siesta, en el atardecer
de la Catedral, en el ruiseñor sobre
la piedra y, sobre todo, en la
desolación de la quimera. Como existe
la Andalucía de los Alvarez Quintero,
con sus curas quinterianos, sus viejas
tatas quinterianas, sus mariquitas
quinterianos, sus solteronas
quinterianas. La «Señorita» utrerana
que cantó Enrique Montoya en
inolvidable y hermosa canción era en
realidad un personaje póstumo de los
Quintero. Como es para ser puesto en
boca de un personaje de los Quintero
el último SMS que me acaba de llegar,
enviado por Fernando López Carrasco,
mi proveedor oficial de guasa, pues
hay un humor futbolístico
completamente quinteriano:
«Un sevillista y un bético en la
playa. Camiseta del sevillista: "Uefa
2006, Uefa 2007, Copa del Rey 2007".
Camiseta del bético: "Recuerdo de
Matalascañas".»
Ooooole. Y como existen estas
Andalucías, hay también una España de
Mingote. El excelentísimo señor don
Antonio Mingote Barrachina está tan
sobrado, tan cumbre, tan enorme (por
definirlo con adjetivos de taurino
uso), que ha llegado a la cima de la
perfección de un artista, que se
produce cuando la realidad lo imita.
Esa quintaesenciada España de los
pensamientos tan profundos dichos a la
pata la llana que es al fin y al cabo
el mundo de Antonio Mingote, existe.
Como hay por ahí personajes de los
Quintero que ni ellos mismos saben que
lo son, también andan por el mundo
personajes de Mingote que no se acaban
de enterar que son de la plantilla del
genial maestro de dibujantes y
pensadores.
Evangelina Naranjo mismo, la consejera
de Gobernación de la Junta, es un
personaje de Mingote. Pero creo que
ella ni lo sabe. Ni hasta ahora le han
dicho que lo es.
Evangelina Naranjo no es del PSOE, ni
es del Gobierno de Chaves: es de
Mingote.
Su mismo nombre de pila es de Mingote.
Ese nombre como de cursi Niña de la
Estación cuyo accidentado ambulante de
Correos fuese Paulino Plata solamente
se lo podía poner Mingote a Evangelina.
Evangelina, por otro lado, ha
confirmado, adelantándose a su tiempo,
lo que la Junta va a aprobar ahora:
que cualquiera puede ser nombrado
senador autonómico. ¡Toma! Senador y
más cosas. Consejero autonómico mismo.
Cuando Evangelina es consejera, es que
lo puede ser cualquiera.
Y ha sido en la apertura de un curso
de verano en la Universidad Pablo de
Olavide cuando Evangelina ha roto
definitivamente en personaje de
Mingote. Evangelina habla como los
personajes de Mingote. Dice las cosas
de los personajes de Mingote. Mingote
mismo no supera a Evangelina. Trataban
acerca del problema de las pateras y
los inmigrantes ilegales, de la
cotidiana tragedia del Estrecho y de
las Canarias. Y le saltó a Evangelina
Naranjo el personaje de Mingote que
lleva dentro y sin pestañear dijo:
«A esas personas que vienen en una
patera a la deriva no se las debe
considerar inmigrantes, pues aún no
han tomado tierra, sino como
náufragos, que es realmente su
situación».
Oooooooooole. Ole el arte del chiste
de Mingote de Evangelina. Todos aquí
dando vueltas al asunto, hasta que
llega Evangelina y, ¡zas!, lo clava
según Mingote: «No son inmigrantes,
son náufragos, joé». A eso le pones
una gorda y un señor bajito de los que
pinta Mingote y es uno de sus geniales
dibujos. Así que no puedo más que
pedir oficialmente para Evangelina
Naranjo la Medalla de Salvamento de
Náufragos. Medalla diseñada por
Antonio Mingote, naturalmente.