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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Tío del Legajo en la Macarena

Cada dos o tres mesecitos viene un investigador muy serio, muy riguroso, muy documentado, muy leído, muy versado en archivos, que con el legajo en la mano...
- Ojú, qué fuerte... ¡Ni que el investigador fuera el Conde Lecquio o fuera Dinio!
No lo es, pero así llega: legajo en mano. En el buen sentido de la palabra legajo. Vamos, con el documento. Un documento muy riguroso, muy histórico, muy verdadero que, mire usted por dónde, nos echa por tierra una preciosa leyenda. Ahora estamos en la novena de la Virgen de los Reyes, ¿no? Pues ahora, o incluso el Día de la Virgen, el 15, no sería de extrañar que viniera el Tío del Legajo (que es como el Tío del Dossier, pero en versión histórica) y nos dijera que es completamente falsa la leyenda de que la Virgen de los Reyes fuese traída por unos ángeles cuando San Fernando estaba buscando la que se le apareció cuando tenía cercada a Sevilla para liberarla de los moros. Porque sabrá usted que en tiempos de San Fernando, como no había tíos vainas políticamente correctos, los magrebíes eran todavía los moros. Y añadirá el Tío del Legajo sobre la Virgen de los Reyes que es más falso todavía que pertenezca al mismo ciclo fernandino que la Virgen de las Aguas o la de los Sastres de San Ildefonso.
El Tío del Legajo acaba con el aceite en el rostro de Doña María Coronel, y con la belleza de La Susona, y con las juergas que se corría don Miguel de Mañara por las casas de niñas antes de su conversión, y con los almendros en flor de Romaiquiya, y con el Hombre de Piedra, y con la Cabeza del Rey Don Pedro, y con todas las leyendas que haga falta, en aras de un innecesario rigor científico que, por otra parte, nadie le ha pedido.
Y no me extrañaría nada que el Tío del Legajo apareciera uno de estos días junto al Arco de la Macarena, donde hay una bandera blanca y colorá, y donde la rueda de un carro a un niño pilló y su madre triste y afligida un escapulario del Carmen le echó. En el proceso de restauración de las murallas de la Macarena, los arqueólogos han encontrado una leyenda: los restos de una villa romana de la época alto-imperial, con un mosaico tela de bueno. Precioso hallazgo. Lírico. Legendario. Sin encomendarme a García Bellido ni a Rodrigo Caro, yo sostengo desde ahora mismito que esa villa romana que ha aparecido al lado del Arco es el chalé adosado de Macario. Macario, el famosísimo romano de los Callejones, el inventor de los armaos, que le gustaba tanto el barrio que se hizo allí un adosado (eso era la villa, el adosado de los romanos), donde daba tales fiestas y donde convidaba con tal rumbo a tantísima gente para ver entrar y salir a la Esperanza, que pagaba de su bolsillo los saeteros, y el tapeo y el papeo era de época. De tal modo que Macario para arriba y Macario para abajo, y que si vas este año a lo de Macario, y que si te ha invitado Macario a su balcón, total, que Macarena (con un sufijo -ena que entonces era como el «Villa» de «Villa Desiré» de ahora), que Macarena, digo, se le quedó a toda aquella parte de Macario el romano.
Para mí que la villa romana que ha aparecido junto al Arco es la mismísima villa de Macario el Macareno, de todas, todas. Digan lo que digan los arqueólogos y diga lo que diga el Tío del Legajo, que está al caer. Sería precioso que pensáramos así, embelesados con la hermosura de la leyenda. Esas ruinas sí que deben ser visitables, y no las que han motivado el mamarracho de la Plaza de la Pescadería. Como otros defienden lo de la Casa Velázquez por el rito abengoense, yo defiendo que allí hagamos la Casa Macario, que aparte de villa romana tiene nombre de taberna clásica, como Ovidio, pero en macareno. Y que no me venga con cuentos el Tío del Legajo con su precisión histórica, que este Macario fue precisamente el que inventó los armaos y el que metió en la Centuria a Pepe el Pelao y a los más famosos capitanes de la emplumada Bética de las murallas. Y el que por cierto encargó en la fábrica de La Cartuja la palangana de Pilatos, para que cuando le llevaran a El Sentencia se lavara las manos y no nos dejara el hijoputa sin Semana Santa.

 

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