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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Donde quiera que esté

Sostengo, como Pereira en la novela de Antonio Tabuchhi, que de poco sirve que padres y alumnos se declaren objetores de la asignatura, si el totalitario adoctrinamiento de la Educación para la Ciudadanía nos tiene rodeados. Pones la tele que sea, pública o privada, y te va dando los mensajes de esa Educación sectaria, presentándote como normales situaciones, actitudes morales o comportamientos por lo menos marginales y raritos, cuando no reprobables, y que ahora han sido declarados poco menos que obligatorios.
El laicismo forma parte de esta Educación para la Ciudadanía que no está en las asignaturas obligadas, sino que se te mete en la salita con la tele, o te llega, ¿qué digo yo?, en la conversación que tienes que oír en la cola de la caja del híper: la maría que va pregonando a voz en grito su desvergüenza y descreimiento. No, no es lo clásico de meterse con los curas. Meterse con los curas es un deporte popular andaluz. Los vascos levantan piedras y cortan troncos, y los andaluces nos metemos con los curas. No, el laicismo es más ladino. No se mete con los curas, sino con los que creen en los curas, con lo que defienden los curas, que es más destructivo.
A la chita callando, en esta cotidiana Educación para la Ciudadanía de las frases hechas y de las conversaciones que están en el ambiente de la ideología dominante y dictatorialmente dominadora, ha tomado carta de naturaleza una expresión sobre los fieles difuntos que es la culminación del laicismo. Cuando se habla de alguien que se acaba de morir, la moda, refiriéndose al difunto, es decir: «Donde quiera que esté» esto, o «donde quiera que esté» lo otro.
Repiten el topicazo del «donde quiera que esté» para negar cualquier sentido religioso y desde luego cristiano al concepto del más allá. El «donde quiera que esté»es como una negación de la fe en la vida eterna. Ese «donde quiera que esté» es como una oficina de objetos perdidos de las almas de los difuntos, como si anduviesen buscando algo extraviado: «Pues por algún sitio tiene que estar este difunto». Pero se ve a leguas que dicen «donde quiera que esté» por no mentar el Cielo o la Gloria. Si examinan la frase y la comparan con las clásicas, es lo mismo, pero en versión agnóstica y laicista. Educación para la Ciudadanía pura. Antes, al mentar a un difunto, se decía «que en Gloria esté» o «que santa Gloria goce». Lo que tenía hasta sus acrónimos en las formas escritas de cortesía, que eran «q.e.G.e.» o «q.s.G.g.». Por no citar el popularísimo «que en paz descanse». Si se llevaran esas fórmulas de cortesía escrita, seguro que ahora hasta sacaban la abreviatura de este «donde quiera que esté» con el «d.q.q.e.» entre paréntesis tras el nombre del difunto.
Menos mal que tras la muerte de Antonio Puerta ha habido un colectivo desmentido popular a esta dichosa modita laica del «donde quiera que esté». Aunque las gradas de los estadios son carne (cani) de Educación para la Ciudadanía, la muerte de Puerta, aparte de unir aficiones, también ha servido para una especie de protestación popular de fe y de afirmación en la creencia en la vida eterna. Ha habido, cierto, alguna pancarta dedicada a Puerta con la frase del «donde quiera que esté». Pero los compañeros futbolistas de Puerta han dado la mejor contestación a esa ola de laicismo. Tras marcar los goles, con sus dedos señalando arriba, han dicho: «¿Dónde quieres que esté Puerta? ¿Dónde va a estar? ¡En el cielo!» Tras cada gol de la pasada jornada, en toda España o en el partido sevillista en Atenas, no se han alzado manos con signo de interrogación y duda sobre dónde estará Puerta. Se alzaban memoriales dedos de goleadores triunfantes, señalando al cielo, como una oración, como un recuerdo. Otra cosa es que haya quienes no quieran que Puerta esté donde está, ni que exista la vida eterna del cielo al que señalaron los dedos de los futbolistas, como preguntándole a la muerte que dónde estaba su victoria.
¿Y saben ustedes a lo que me suena de verdad esta cursilería del «donde quiera que esté»? Pues al carro famoso de Manolo Escobar. Cuando referido a algún muerto reciente oigo lo de «donde quiera que esté», me dan ganas de añadir:
- Mi carro es mío...

 

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