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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El portátil y el móvil

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TENGO la solución para que no cunda el pánico en las inmobiliarias y las promotoras, ni nadie abandone el barco del sector de la construcción: que el Gobierno, mago en el arte de hacer lo blanco negro y viceversa, realice una campaña al uso, mediante la cual nos haga creer que los pisos son ordenadores portátiles o teléfonos móviles. A juzgar por el esplendor de la telefonía y la informática, parece que los regalan, como los pisos que quiere dar Chaves a los tresmileuristas o el pan bajo el brazo que traen los niños con la cigüeña provisora de ZP. Cada vez se ven más teléfonos móviles y más ordenadores portátiles. Están más baratos y son más pequeñitos, maravillosos. Y haciendo más tonterías, absolutamente inservibles en su mayoría. Prestaciones las llaman. De las que cada vez sabemos menos. Las personas decentes usamos el teléfono móvil para hablar, no para sacar un vídeo comprometido al jefe y colgarlo luego en YouTube. Y usamos el ordenador portátil para escribir o mandar un correo electrónico, no para hacer café o calentar las pizzas nuevas de microonda, que a este paso cada computadora vendrá pronto con un Arguiñano dentro para que nos haga nueva cocina de los platos cuadrados.
La maltratada lengua española ha resistido bastante bien en materia de telefonía e informática el empuje de estos nuevos archiperres que nos tienen rodeados. Del teléfono móvil me ha sorprendido siempre no que sea tan socorrido como un jarrillo de lata, sino que viniendo de los Estados Unidos, nunca fue designado con la voz con que allí lo llaman en español los hispanos: «celular». La cuestión celular se la dejamos en España al eutanásico ministro Bernat Soria, para que haga demagogia con sus células madres. Aquí desde el principio llamamos teléfono móvil al que en Puerto Rico y Florida dicen celular. En aquellos principios en que una motorola (voz que quedó pronto en desuso) te costaba medio millón de pesetas y cada llamada, más que ahora un teléfono móvil nuevo, y lo digo como socio fundador de Telefónica Móviles, sector Moviline, cuando los números empezaban por el 608.
Al ordenador le ha pasado como al teléfono móvil. También en su nominación española nos hemos librado de la tiranía del «esplanglish» que llama celular al teléfono y computadora al ordenador, Aquí lo de «computa» lo dejamos al viejo chiste veraniego de los rodríguez ligones y nos apuntamos pronto a una palabra tan aseada y equilibrada como ordenador. Es como una tía solterona pulcra y limpia, que nos lo tiene todo muy ordenado. Y al contrario de lo que ocurrió con la motorola en los albores de la telefonía móvil, no hubo nombre comercial que pasara por genérico. Ni aquella IBM de la otra ocurrencia de la época, la que hablaba de uno que estaba colocado en su oficina de IBM:
-Y véme por café, y véme por tabaco, y véme luego a echar esta quiniela...
He escrito hasta ahora pulcramente en todo este artículo «teléfono móvil» y «ordenador portátil», pero se me ha ido la mano en academicismos. Nadie los llama así. El teléfono móvil es el móvil a secas. El ordenador portátil, sencillamente el portátil. Denominaciones que me hacen evocar una ingeniosa observación, atribuida a Rafael Gómez Ortega «El Gallo». Los taurinos aseguran que en su genialidad, El Gallo decía:
-Si la que verdaderamente es cómoda es la cama y la cómoda sólo sirve para guardar la ropa, ¿por qué le llaman entonces cómoda a la cómoda y cama a la cama? ¿No sería mejor llamar cómoda a la cama y cama a la cómoda?
Siguiendo las enseñanzas del Divino Calvo, me atrevo a decir: si el verdaderamente móvil es el portátil, que se puede llevar a todas partes en vez del ordenador de sobremesa, y el auténticamente portátil es el móvil, que es un teléfono mínimo que podemos portar en el bolsillo, ¿por qué llaman entonces portátil al portátil y móvil al móvil? ¿No sería mejor llamar portátil al móvil y móvil al portátil? Y, así, sobre todo, no sonaría a película de miedo y crímenes horrorosos el aviso que dan en el Teatro de la Maestranza antes del comienzo de las óperas:
-Se ruega que apaguen sus móviles...
(Será para que la Policía no descubra el móvil del crimen, por qué el tenor cursi mató a la soprano gorda.)

 

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