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El Recuadro   

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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


No hay invasión de loros

Como en esta ciudad se ignora casi todo sobre su pasado, se desconoce bastante su presente y pocos saben manejar las claves sociológicas que te permiten auscultarla sin fonendo ni resonancia magnética, los hay alarmados por la invasión de loros del Parque Amate y de Miraflores. Los funcionarios de Parques y Jardines están asustados; los vecinos, preocupados. Y los que nos conocemos el paño (pregúntenme de loros en Sevilla lo que quieran), pues sorprendidos por el general desconocimiento de la ciudad.

Disiento, pues, de lo dicho por la meritísima Sociedad Protectora de Animales y Plantas, al mostrar su alarma por la aparición de los loros: «Cualquier animal que no pertenece a un ecosistema de alguna forma afecta al hábitat». ¿Pero quién les ha dicho a ustedes que el loro no forma parte del ecosistema de Sevilla? Más que del ecosistema de Sevilla son el ecosistema hispalense mismo. Loros, loros, lo que se dice loros, Sevilla ha estado siempre así de loros. Y no sólo de loros: de cacatúas, empetada. ¡Pues no había loros a las 7 de la tarde, todos los días, en el saloncito de té de Ochoa, antes de la reforma! Loros que se tomaban su carmen y que despellejaban a los otros loros que entraban por las puertas procedentes de la misa vespertina en El Angel.

El loro sevillano de toda la vida ("laurus pergaminatus hispalensis" es su denominación científica) ha sido siempre muy de iglesia. Los loros de la supuesta invasión se ve que no son de aquí, porque habitan en Miraflores y Parque Amate. El loro sevillano de toda la vida, el loro huelemierda, el loro que te mira por encima del hombro, habita mayormente en misa de Los Remedios y vive más bien por República Argentina y por los pisos de la Diputación. Que le pregunten al progresista párroco don Francisco Navarro por los loros de Los Remedios, que les dará una conferencia. Y si es por los loros de iglesia de toda la vida, si quieren una opinión científica y documentada, basada en la experiencia y la sabiduría, pregunten al padre Patero, especialista en loros de los pisos del Prado. ¡Pues no le gusta nada un confesionario al loro hispalense! Igual que los loros invasores se expurgan en las ramas de la jacaranda, los loros de aquí se libran de sus escrúpulos en el confesionario.

Como ven, el loro hispalense tiene especies y subespecies. No toda cacatúa es loro, ni todo loro es cacatúa. Ni todos tienen el mismo hábitat. Mi compadre Alfonso Ussía, gran experto en loros, encontró en Madrid una especie que se da más raramente en Sevilla: el loro de rastrillo. El loro de rastrillo sevillano existe, pero solamente aparece en determinada época del año. En cambio es más común el loro cofrade, en su variedad camarera o en su variedad limpiaplata. Especies antiguas, que por la evolución intrínseca del ecosistema se ha transformado, adaptándose a lo que ha dejado de ser un medio hostil, en el loro nazareno, que ocupa fundamentalmente los últimos tramos de las cofradías más rancias en las que no nos pegan nada, pero así es la ecología hispalense, amigo, así es la ecología franciscana.

Muy abundante en otro tiempo fue el loro de butic. Cada loro, con otros dos o tres loros como socios, ponía una butic. Hasta que los loros hispalenses pusieron tantas butiques, que todas quebraron, porque dejaron de ser negocio. Esa especie se ha adaptado ahora como loro de golf, muy abundante en los humedales de hierba de Pineda, y, en los veranos, en el loro de piscina, que se ve con cierta facilidad, cubierto de cremas y potingues, en las cercanías del río, en los acuíferos del Círculo, del Náutico y del Mercantil.

El loro hispalense se caracteriza por su longevidad, por su resistencia a los cambios y por el mantenimiento de sus constantes en sus crías. Hay loros nuevos de treinta años que se comportan exactamente igual de rancios que sus madres, los loros de sesenta y setenta. Así que no me vengan con trompetazos apocalípticos de que nos están invadiendo los loros. Esos serán otros loros, otros López. Loros en Sevilla los ha habido toda la vida de Dios. ¡Pues no mandan nada los loros en Sevilla! Como que me la estoy jugando escribiendo de ellos...

 

 

 

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