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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Teoría del mangazo macareno

IGUAL que cada día queda para comer con diez mil de los doce mil que abraza por la calle, Javier Arenas, cuando era ministro, quedó con su hermandad en que el Gobierno le aflojaba un millón de euros para poner de cine la basílica de la Esperanza y su anejo Parque Temático Macareno. Pero el PP perdió las elecciones, Arenas dejó de ser ministro, se volvió de Madrid y se dedicó mayormente a ir a Almería a apagar fuegos dentro de su partido. Arenas está en Almería mucho más tiempo que los rumanos de los cultivos bajo plástico en los invernaderos. El recurrente follón del partido en Almería es un cultivo bajo plástico del PP, por el que a Arenas le firman allí todas las peonadas.
Y cuando la Hermandad de la Macarena se quedó sin el millón de euros prometido por Arenas, publicado en el BOE y denegado luego por el laico gobierno de Zapatero, que no sabe lo que es una cofradía, ni Dios lo permita... Cuando se quedó sin esa subvención como se quedó sin la saeta de Marta Serrano en su balcón de la calle Parras y sin la calva de Pepe el Pelao en la Centuria, ¿qué fizo? Pues sacar el sable. El deporte cofradiero por excelencia no es la halterofilia a lo divino: el levantamiento de pasos en vez de pesos. Es la esgrima. En sus dos modalidades: navaja y sable. La navaja se usa en la esgrima cofradiera para dar con ella la clásica puñalá por la espalda, en cuantito se acaba de ir, al hermano candidato de la otra lista a quien se ha abrazado momentos antes con una efusión de caridad cristiana y de ojaneta de la manigueta que no veas, Y el sable se usa en la esgrima cofradiera, ¿para qué va a ser?: para dar sablazos. Cada hermano mayor, aparte de la vara dorada, tiene el sable de pegar sablazos. Y Juan Ruiz Cárdenas cogió el sable de hermano mayor macareno, mejor y más afilado que las lanzas de la gandinga. y apuntó hacia Levante. Y descubrió para las cofradías el Mediterráneo de los dineros privados de fuera. El Mediterráneo de los dineros de CAM. Que aunque tiene bíblico nombre de nieto de Noé (Sem, Cam y Jafet), está, en efecto, relacionada el arca. Pero no el Arca de Noé, que es donde recogen humanitariamente a los perros y gatos abandonados, sino el arca de la tela marinera. Pues la CAM es la Caja de Ahorros del Mediterráneo, más valenciana que La Piquer. En su exhibición de esgrima cofradiera, modalidad de sable, Ruiz Cárdenas cogió al presidente autonómico valenciano, Francisco Camps (que es a la CAM lo que Chaves a Cajasol, baranda total), y se lo trajo a la Macarena. Y menos presentarle armas la Centuria, le rindió todos los imaginables honores habituales de «la corporación», como llaman a las hermandades los de la salsa morada de la prensa cofradiera.
Y ahí está ese millón de euros entrando por el Arco, que la Banda del Carmen de Salteras hasta le va a tocar los campanilleros y la de los armaos, la Marcha Real, como al Senatus. Como lo de Abengoa con el Ayuntamiento con Santa Rufina (qué cuadro), pero mejor. La Macarena no ha de devolver un duro y no tienen que llevarse la imagen de la Virgen a Valencia y encima darles también la palangana de Pilatos para que la exhiban allí, que es lo que ha conseguido Abengoa yendo de matatías del Ayuntamiento con el dubitable cuadro velazqueño, en la inteligente operación de la Imposición de la Casulla a Focus.
Al mangazo macareno hasta se le podría poner letra, con la música de «Mi niño macareno»: «Mangazo, mangazo macareno,/ palangana de Pilatos chorreando los dineros,/ mangazo, mangazo macareno,/porque ha dado el valenciano lo que negó Zapatero...» Y sigan ustedes con la copla, o llamen a Macarena del Río para que la complete. Y saquemos todos moraleja de la metáfora del mangazo macareno. Ojalá Sevilla entera aplicara la Teoría del Mangazo Macareno y supiera sacar partido a su imagen universal como se lo ha sacado su hermandad a la bendita imagen de la Esperanza. Si el Ayuntamiento siguiera el ejemplo macareno del mangazo usando la imagen universal de Sevilla, no habría habido problemas con la financiación del Metro, no nos habrían dado gato por liebre con el tranvía, y este artículo lo estaría usted leyendo en un vagón que le iba a dejar en la mismísima estación del Duque, vulgo Cortinglés.

 

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