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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Del NO8DO al Ad Utrumque

CADA mañana, muchos sevillanos amantes de los clásicos y de las novedades de nuestro tiempo leemos dos cosas: el ABC y la página de Internet de don Julio Domínguez Arjona, «La Sevilla que no vemos», que pueden encontrar con Google para lo que gusten mandar. Allí don Julio, al tratar el asunto con hermosas fotos, hace que me fije hoy en el azulejo que le da nombre a la Puerta del León del Alcázar. A la que ahora, por cierto, le van a hacer la competencia las puertas absolutamente prescindibles que quieren abrir en la calle San Fernando, cargándose de momento el concepto de jardín cerrado, de paraíso oculto, que tenía el Alcázar de los abasidas y del Rey Don Pedro, dejándolo todo a la vista del público. Al Alcázar no le hace falta ninguna puerta más. Le basta y le sobra con las que tiene... salvo que quieran cargarse su propio concepto arquitectónico y convertirlo en un pabellón más de este Parque Temático para turistas pobretones de bocata en el «Va por ti Montoya» que va siendo Sevilla. Lo que no consiguió cargarse la Expo lo rematan ahora estos señores. Las barbaridades de la Expo, sus despilfarros, sus inutilidades ya inservibles, como el lago que desecaron, el tren elevado que desmontaron o los huevos que cascaron, estaban en el alfoz, lejos de la ciudad, en un descampado, con el que se hartaron. Ahora no. Es peor. Ahora las barbaridades las hacen dentro del casco histórico preservado por todas las leyes... incumplidas, como acaba de demostrar Adepa ante los tribunales, frente al cobardón silencio colectivo.
Pero volvamos a la Puerta del León, llamada antes de la Montería. Le dicen así por el azulejo que se colocó allí en 1894, cocido en los hornos de Mensaque y dibujado por el historiador, arqueólogo y tratadista de los barros vidriados don José Gestoso, aquel amante de Sevilla que se quedó con nombre de calle de La Venera para ir a comprar el corcho del nacimiento, las tripas de la matanza y las sillas de campimplaya para Matalascañas. El león, lo recuerdan perfectamente, está coronado, alza en su garra derecha la Cruz y a modo de banda de condecoración lleva al pecho una filacteria: «Ad utrumque paratus». Ese lema, que también lo usa la Flota de Submarinos de la Armada, es la cita de un pasaje de «La Eneida» de Virgilio. Hace referencia a la disposición del griego Sinón cuando se arriesgó frente a los troyanos a vencerlos con su astucia. Dispuso que introdujeran en la ciudad el que habría de pasar a la historia como Caballo de Troya, o de lo contrario irían a una muerte segura, pues sólo tenían dos alternativas: vencer o morir. Dice Virgilio de Sinón: «Fidens animi atque ad utrumque paratus seu versare dolos seu certae occumbere morti...»
-Joé, parece usted el cura que dice los domingos la misa en latín de San Bernardo...
Pues se lo traduciré, para que me parezca a los curas que dicen misa en castellano con cánticos protestantoides, y a tomar por saco el tesoro de la liturgia y el patrimonio histórico del latín eclesiástico: «Confiado en su valor y dispuesto a una u otra cosa: lograr su propósito o sucumbir a una muerte segura».
Ese lema deberíamos sacarlo de la Puerta del León y añadirlo a las armas chicas. Micer Francisco Robles me ha propuesto que diga que el NO8DO hay que cambiarlo por mi No Passsa Nada. Lo que preconiza Domínguez Arjona es mejor: Sevilla no está de NO8DO, porque hay que ver cómo me la están dejando. Sevilla está de Ad Utrumque Paratus. Vamos, que hay que estar dispuesto a todo, porque no sabes por dónde te la van a pegar, ni el susto que te vas a llevar cuando abres por la mañana el ABC.
Quieren expropiar las casas de la calle San Fernando a precio de Catrastro(fe): «Ad utrumque paratus». Van a desalojar a todos los vecinos del Patio Banderas: «Ad utrumque paratus». Cortarán la circulación por el centro: «Ad utrumque paratus». Los clientes del Cortinglés tendrán que aparcar en La Barqueta: «Ad utrumque paratus». El tranvía va a empezar a circular de verdad, a toda velocidad: «Ad utrumque paratus». ¡Para eso sí que hay que estar verdaderamente «Ad utrumque paratus», para el tranvía! O te pilla el coche motor o te coge la jardinera. Pero uno de los dos te coge. ¡Vamos que si te coge! Ad Utrumque Paratus, pues, porque aquí, NO8DO: no-madeja-do nada de Sevilla como estaba. Con lo bien que estaba.
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