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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El espadín de Monteseirín

Hay que ver lo que estamos aprendiendo de tranvías. Y eso que esta mierda de tranvía sólo llega del Prado a la Plaza Nueva. Si llega a dar la vuelta por toda la Ronda, como antiguamente, en los dos sentidos, lo hacían el 1 y el 2, a estas horas todos los sevillanos seríamos peritos en tranvías. Como a la fuerza ahorcan, estamos haciendo los Módulos de Tranvía. Pregúntennos lo que quieran de tranvía, que nos lo sabemos para nota. Y tranvías por el rito de la modernez y del progreso, que parecen el ferrobús de Utrera, no tranvías por el plan antiguo, los pintados de amarillo y naranja que tenían su cochera en la Puerta Osario y otra cochera más frente a La Torrecilla de Triana para los que iban a La Pañoleta y Coria. Los tranvías antiguamente tenían cables y postes. Todo eso ha desaparecido. No he escuchado a nadie hablar de los cables del tranvía. Y de los postes de los cables, menos. Ya todo es catenaria. Palabra muy malamente empleada, porque según el DRAE, la catenaria no es un poste, ni mucho menos. Pone el Diccionario de la catenaria: «Del lat. catenaria, propia de la cadena. 1. adj. Dícese de la curva que forma una cadena, cuerda o cosa semejante suspendida entre dos puntos que no están situados en la misma vertical». Pero vaya usted a corregir al personal y a explicarle a alguien que la catenaria es la comba que forman los cables del tranvía. Con quien se ponen a jugar a la comba es con usted.
¿Y lo del espadín? ¿Dónde me dejan el espadín? Vale, aceptamos catenaria como animal de compañía de esto de cargarse el centro histórico de Sevilla con mucho cuidadito, desertizarlo, terciarizarlo, dejarlo sin transportes públicos y a los comerciantes, los taxistas y los vecinos que les vayan dando. Como le dijo una niña guardia municipal a una señora que quería entrar en el centro con su coche, porque vive allí:
-¡Pues viva usted en el extrarradio como yo, y así no tendrá problemas de entrar a su casa con el coche!
Aceptamos catenaria, y aceptamos degeneración del centro y conversión de la Avenida en una inmensa Calle Pascual Márquez a lo largo de todo el año, a la que sólo le faltan un par de casetas de distrito para que se vea que aquí, como han ganado los nuestros, mandamos nosotros, ¿pasa algo?
Pero lo que no comprendo, por mucho que lo he mirado y estudiado, por mucho que me he repasado el libro antológico de Emilio Jiménez Díaz sobre los tranvías de Sevilla, es lo del espadín. Dijo el alcalde que la culpa del descarrilamiento era del espadín. ¡Toma ya! Eso lo coge mi compadre gaditano Antonio Martín con la música de «La niña de la estación» y lo mete en el popurrí de la comparsa que ya está ensayando para el Falla:
Aquel descarrilamiento
no fue de Monteseirín,
que todo ha sido por culpa,
por culpa del espadín.
El tranvía ya funciona
y ya lo han puesto derecho,
pero la gente ha cogío
miedo, jindama y canguelo...
Y todo por culpa del espadín dichoso. Yo conocía la fiel espada triunfadora, la espada de Damocles, la sota de espadas, ponerlo a uno entre la espada y la pared, tenerle a algo más miedo que a una espada desnuda. Y la espada de San Fernando, por descontado, la que sacan el Día de San Clemente con el pendón. Pero del espadín no tenía la menor idea. Y mucho menos que los tranvías tuvieran espadín. ¡Vamos, como los oficiales de Aviación o los jefe de la Armada en el uniforme de gala, con espadín! Espadín que debe de ser terrible. ¡El miedo que le ha cogido la gente al espadín de Monteseirín, que rima! Igual que menda fue objetor de Expo y no puso allí un pie, conozco ya objetores de tranvía a manojitos. Que no se suben, ea, no vaya a ser que el tranvía se mosquee con el espadín y tras romper los cristales se meta en los veladores del Estarbú Café, donde estaba antes el escaparate de las piernas ortopédicas de Pedro Jiménez. Que no debían haber quitado de allí ese utilísimo negocio. Lo útiles que, a este paso, van a ser las piernas ortopédicas a pie mismo de descarrilamiento de tranvía, por culpa del dichoso espadín de Monteseirín...
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