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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Sevilla, campeonato de chorradas

EN Canarias son los plátanos: «Cada día un plátano... por lo menos». En Sevilla, las chorradas: «Cada día una chorrada... o dos». Chorradas contra Sevilla. Contra lo que entendemos por Sevilla y lo que el universo mundo piensa cuando se pronuncia su nombre. Haga la prueba. Piense, por ejemplo, en un país extranjero: en Francia, Estados Unidos, Alemania. Piense en cualquier ciudadano medio de ese país. Pregúntele por Sevilla. Si es tirando a iletrado, dirá:
- ¡Ah, sí, Sevilla! Toreador, flamenco, sol, paella, siesta...
Si es más culto y viajado, le responderá:
- ¡Ah, sí, Sevilla! La Giralda, el Alcázar, la Catedral, Parque de María Luisa...
Pero ni en Francia, ni en Estados Unidos, ni en Alemania hay nadie, pero absolutamente nadie, que al oír el nombre universal de Sevilla, diga:
-¡Ah, sí, Sevilla! ¡Qué maravilla! La peatonalización de la Avenida, el Metrocentro, la Plaza del Pan con sus palmeras de acero, el mobiliario urbano de La Alfalfa, esa Puerta Jerez que me recuerda tanto a Dusserldorf... ¡Qué ganas tengo de volver allí, para ver de nuevo la maravilla de La Piel Sensible! A propósito de piel: mire usted cómo se me están poniendo los vellos, como escarpias, nada más pensar en la emoción de volver a ver las Setas de la Encarnación.
Esto, evidentemente, no es así. Mas para quienes tienen la responsabilidad de legar la histórica Sevilla a quienes nos sucedan, sí es así. Están empeñados en la idea de que Sevilla estaba mal hecha. Que hasta que no llegaron ellos, esto no se ha enderezado, y que la están poniendo como había que ponerla. San Fernando, cuando tomó Sevilla a la morería, tal día como ayer de 1248, fue mucho más respetuoso con la ciudad de la babucha y la chilaba asquerosa que se encontró que estos señores que por una chamba con cachimba llegaron al gobierno... o a la oposición de la ciudad. El niño de San Fernando, el Infante Don Alonso, que apuntaba maneras y ya iba para Alfonso el Sabio, cuando oyó que los técnicos y asesores de su padre el Santo Rey querían tirar el alminar de la mezquita mora, lo que ahora llamamos Giralda, porque era una antigualla carca y facha y no era moderna ni progresista, saltó el tío, como un precursor de Adepa, y dijo:
- Al que me entere yo que le toca a un solo ladrillo del alminar, me lo paso a cuchillo...
¿Se imaginan ahora al Infante Don Alonso en La Alfalfa, en la Avenida, en La Encarnación? Se le iba a embotar el cuchillo, de pasar por su piedra a tantísima gente como toquetea la sagrada y universal imagen de Sevilla con la gaseosa del experimento nuestro de cada día, de la chorrada de cada día, en la general convicción que tienen de que, Ruper, Sevilla los necesita; que hasta que ellos no terminen de estropearla, la ciudad no estará perfecta.
Pero esto no es sólo del poder, ¿eh? Sin que yo ahora me meta en la polémica de Torrebruno, la cosa es peor que Torrebruno. Es de Profesor Franz de Copenhague, el de los inventos del TBO. Si el poder municipal cada día sale con una chorrada, la oposición es peor, porque Torrebruno, digo, el Profesor Franz de Copenhague sale con su diario invento del TBO. En el mismo día en que el Ayuntamiento celebra triunfalmente la destrucción de La Alfalfa del Espartero y de Rocío Vega, sale el de los inventos del TBO diciendo que en el Patio de Banderas hay que poner Fondas del Peine bajo el presuntuoso nombre inglés de «bed and breakfasf». ¡Vayase usted a tomar por «breakfast»! Que se están cargando Sevilla ante sus ojos, el concepto de Sevilla, la imagen universal de Sevilla, y no propone usted más que chorradas ante los 128.776 sevillanos que lo quisieron un día de alcalde, pero se quedaron con las ganas por culpa de algo terrible que venía antier en ABC, en una carta de rectificación del gachó: «Antonio Rodrigo Torrijos. Primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Sevilla». ¡Eso sí que es fuerte, tener ese primer teniente de alcalde! Eso es lo que llevaba yo a la Expo de 2010 en Shanghai, donde van a presentar a Sevilla como lo que desgraciadamente es: «Zona de prácticas urbanas ejemplares». O dicho de torra forma: zona de prácticas y perrerías contra una ciudad histórica, donde... ¡se está viendo cada ejemplar en el poder, en la oposición y en el silencio cómplice de sus cobardones vecinos!
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