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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Alcoholímetros para la subvención

Hay una nueva droga. De diseño, por supuesto. De consumo generalizado. Nociva como la que más. Paralizante. Más perjudicial que la yerba marroquina y que el tripi con el que aguantas hasta que abren el afteragüer. Extendidísima por toda la sociedad española: de los palacios a las cabañas, de la CEOE al Sindicato de Obreros del Campo. Como se trata de una droga más social que química, acaba de ser descubierta en sus laboratorios de la vergüenza torera y de la alta resolución de llamar a las cosas por su nombre por un sevillano que no es de Ciencias, sino de Letras: el abogado Joaquín Moeckel. Que con ese apellido alemán no me negarán que tiene ganado mucho para el Premio Nobel que se merece. No es lo mismo darle el Nobel de Química Social a un señor que se llama Moeckel que a otro que se apellida García.
Pues con la misma naturalidad con que defiende a los toreros o a las cajeras de Carrefour, ha descubierto mi vecino del Arenal de Sevilla (y olé), el ilustre letrado Moeckel, que la más terrible droga del siglo XXI es la subvención. Las próximas elecciones de los idus de marzo, sin ir más lejos, dependerán en buena parte de esa droga. El Gobierno ya tiene a sus futuros votantes «endrogaos», como dicen en los pueblos andaluces. Al que no le ha prometido 2.500 euros por hijo nacido es porque le va a dar la morterá por el alquiler; y al que no le subvencionará el dentista gratis para el niño es porque le pondrá de balde una asistenta que cuide a la abuela impedida. Que en esto de las subvenciones para cuidar a los enfermos e impedidos se hable de personas «dependientes», como si estuvieran enganchadas a la cocaína o a la grifa, demuestra bien a las claras que se trata de la nueva, peligrosa y anuladora droga social de la demagogia y el paternalismo: la subvención.
Dos modelos sociales se enfrentarán en las próximas elecciones: los que quieren bajar los impuestos para que cada cual haga lo que tenga por conveniente con el dinero que le sobre a fin de mes (crear riqueza mismo), y los que pretenden subir aun más los impuestos, a fin de que cada vez haya más sectores de la sociedad «endrogaítos» por la subvención. ¿Cuál de los dos modelos prefiere la gente? A las encuestas me remito: la subvención, naturalmente, y que aquí me las den todas. Hasta hay por ahí quienes piden que todo español reciba una subvención por el mero hecho de serlo. Y como siga esta carrera en pelo de a ver quién subvenciona más cosas, con mayor intervencionismo del Estado dilapidador, seguro que antes de marzo prometerán una subvención por levantarte a las 7 de la mañana, aunque luego no des golpe en todo el día; y otra subvención por cumplir con la parienta en el por aquí te quiero ver; y otra por ducharte diariamente, para que ahorres desodorante del sobaquete y luches así contra el cambio climático.
El PER, los fondos europeos de cohesión, las ayudas por hectárea, son minucias al lado de la subvención generalizada, que es la respiración asistida de una sociedad que vive muy por encima de sus posibilidades. El Estado también parece que ha llamado al 902 de las financieras sospechositas donde te acumulan y unifican las deudas y retrasan aparentemente la llegada del Cobrador del Frac... porque le ponen otro uniforme.
Las nuevas dos Españas no son la del PSOE y la del PP, la de los verdugos y las víctimas, la que excava fosas de los rojos fusilados y la que recuerda a Paracuellos. Las nuevas y lamentables dos Españas son la que vive de la subvención y la breada a impuestos para que ese sistema de públicas mangoletas se extienda y perpetúe. La Guardia Civil caminera ahora, cuando te para, aparte de hacerte soplar el pitorro del alcoholímetro, te analiza para ver si vas de cocaína hasta las mismas trancas. Se impone un alcoholímetro obligatorio contra esta nueva droga social de la subvención. Al empresario que defiende al PSOE con ese ardor guerrero, yo le hacía soplar el canuto del subvencionómetro. Y seguro que la aguja subía tanto, que había que retirarle inmediatamente el carné de liberal con el que anda presumiendo por ahí ante sus amigos, so trincón, que eres mucho más trincón de subvenciones que el pobre Miguel, jornalero del PER y socio fundador del Club del Voto Cautivo...
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