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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Acuarela para Rafael de León

 
ADIVINO el nublado de ceniza en el cielo que tendría aquel día que hace un siglo naciste. Tu Sevilla tendría esta misma tristeza de espadaña con niebla y tarde con campanas convocando quinarios de gozos que se acercan. Berlinas y milores trotando pasarían llevando a una marquesa de velo y de rosario a misa en San Vicente; los niños al colegio llevaban pizarrines de color arco iris anunciando a la vida que al mundo habías llegado, en aquel viejo patio que está en San Pedro Mártir.
Mentira es lo que dicen las lenguas vecindonas: no naciste ese día, que nació un universo. O quizá, si prefieres, el Adán que nos puso los nombres andaluces a la muerte, a la vida, a los pulsos de amores, al olvido que mata, y a la cal de los huesos que aún deben de dolerte, de lo bien que escribías, que tu voz con corona aún resuena en la radio, y en las coplas del coro que canta en la plazuela, y en los versos que lleva el río cuando pasa. Esa canción que loca me volvió a la veleta señala desde entonces tu tierra sevillana.
Me lo ha dicho La Lirio, lo ha dicho La Bizcocha, Doña Sol me lo ha dicho, igual que Malvaloca. Y me lo corrobora, tan cerca de tu casa, Triniá, la que un día, Museo de Sevilla, deslumbraron los brillos tan falsos del diamante. Lo ha dicho Petenera, lo ha dicho Paca Mora, María Magdalena y La Niña de Fuego: todas aquellas niñas que nacieron contigo, que vinieron al mundo en aquel mismo día que abrió en La Magdalena la rosa de la Alhambra. Hace un siglo en Sevilla nació La Piconera, y la de Puerta Oscura, y aquella que esperaba en un andén vacío con Bécquer en los labios, que se inventaba novios hablando a sus deseos con una voz temblona como carnemembrillo. Nació Manolo Reyes, y nació Luis Candelas, nació Pedro Romero y hace un siglo El Almendro esperaba al poeta que viniera a cantarle, bamboleo de plazas que huelen a romero. Muy pronto llegarían con la luz los vencejos en la esquina que espera Dolores, Golondrina. Ay, quicio de la puerta, ay, moneda de oro del sol que está naciendo y que deja un tatuaje en el beso de plata que le da a los veleros el faro que nos limpia manchados mostradores y que aún se preguntan: ¿dónde vas, Mariana, dónde está tu desgracia, María de la O? Todos damos la vida por soñar lo que fuimos. Y la Reina Mercedes pasea por los parques donde cuida su dalia una triste Almudena que se mira en el río de Eugenia de Montijo. La casa, la ventana, todo está como entonces, esperando que nazcas, poeta de Sevilla, que hay teatros que aguardan el compás de tus versos, y en los fosos de orquesta están los violines barruntando tus nuevos universos de coplas, galaxias de volantes que aplauden en los palcos que te dicen te quiero temblándole la boca, doliéndole los pulsos, azul de vena o mapa, caballo desbocado al compás de tu sangre.
No naciste entonces, Rafael, prodigioso, creador de mi tierra, Colón de sus verdades, Galileo del alma, Miguel Ángel que labra palabras de esculturas de música en el tiempo, que el verde de los trigos albahaca lo hiciste, y el rubio de las eras, cabellos de una reina. Vienen cartas con besos de los novios reales, y a la noche se oye tu salve rociera, y todo cuanto suena a verdad andaluza es siempre un verso tuyo que ya el pueblo lo canta y sin embargo ignora al hombre que lo ha escrito, porque aún no ha nacido quien mejor diga óle, y quien ponga más grana la sangre del capote, ni que haga más de España a Carmen y a Rocío, a Juana, a Lola, a Concha, a Gracia, a Marifé, y a Isabel, que la cuidas, que es niña de tus ojos, y tú mismo le migas el pan del cafelito, mojaíto en la gracia que a su bata de cola le enseña tu abanico de marquesón antiguo que rigodones mete por zambra y pasodoble, el platero que pone tantas fechas por dentro al amor prohibido que enterarse no quiere.
Igual que le pintaste a Pepe Caballero una hermosa acuarela, tan pavana andaluza, sobre la cal de un muro, con cisco de la copa, verás, pintarraqueo el mundo que aquel niño que hace un siglo naciera creó para dejarnos las más bellas canciones, los versos más hermosos, que hasta ojeras al alma le salen con tu pena cuando un poema exacto lo canta en alegrías. Mentira es lo que dicen las lenguas vecindonas. No naciste en Sevilla hace hoy justo un siglo. No lo digas a nadie; no lo cuentes, vecina; que el supremo secreto lo supe con tus versos: aquel día, poeta, nos nació tu Sevilla.
 
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