Si los guardias civiles también tenían madre en aquella famosa portada de ABC, los soldados de España, si son de Sevilla, también tienen nostalgia de su tierra por estas fechas de la Cuaresma, cuando están en misiones de paz por los olvidados conflictos. En Kosovo sirve a la Patria un artillero que gracias a Internet mantiene cercana a su otra patria, la sevillana, a través de la edición digital de ABC. ¿Se imaginan lo que tiene que ser ver en Kosovo los capirotes colgados en la Alcaicería por el precioso texto lírico de Aurora Flórez? Ya digo: los soldados de España también tienen nostalgia. Y con su venia, mi teniente coronel, voy a transcribir esas sevillanas nostalgias, lo suyo sí que es penitencia:

«Ayer tarde, cuando apenas quedaba un rato para terminar la jornada, uno de los italianos que tengo a mis órdenes en mi equipo y que había estado unos días en casa, en Italia, se presentó en la oficina con un pastel típico de Nápoles, su ciudad natal, para que lo probásemos. Hasta ahí todo bien. Lo cortó en pedacitos, nos los reparte y cuando le doy el primer bocado entró por mi boca la Gloria. ¡Sabía a azahar! Ante mi sorpresa y admiración me explicó que lo hacían con un jarabe de pétalos de azahar y que es típico de la Pascua. Mientras lo saboreaba se agolparon los recuerdos. Me acordé del naranjo de mi casa, y que este año ni veré blanquear ni oleré. Pero especialmente me vino a la memoria un recuerdo que tengo muy grabado, a pesar de los años que han pasado. Y era la impresión que recibía cuando siendo cadete y volviendo a casa cada Viernes de Dolores, al bajar del tren en San Bernardo y salir de la estación la bofetada de Gloria que recibía procedente de los naranjos de la avenida de Cádiz y los Jardines de Murillo. Y con esos recuerdos me fui comiendo el pastelito y “me las fui tragando como puños”, no por vergüenza ni falso orgullo de militar español rodeado de extranjeros, sino porque, como bien sabe, si es difícil explicar estas cosas en tu propia lengua a quien quizás en la vida las entendería, más lo es en una lengua extraña.

»Cuando estuve en Bosnia en el año 2000, un Lunes de abril, Santo por más señas, estando trabajando todavía en el despacho casi a las 11 de la noche, suena mi móvil y veo que es una llamada de mi madre. Descuelgo y lo único que oigo es “Virgen de las Aguas” en vivo y en directo. Mi Virgen estaba entrando en la Campana. Bueno, ya se puede imaginar, gracias a la soledad de mi despacho, ahí no me tragué ni una. Y cuando estaba más a gusto y en lo mejor del ratito tan malo que estaba pasando, aparece un compañero. El hombre preocupado al verme allí sentado con el teléfono y en silencio, con un lagrimón en cada mejilla, me dice: “¿Te pasa algo, tienes un problema en casa, te puedo ayudar?”. Y sólo le pude decir: “No te preocupes, que todo está perfectamente, estoy ahora mismo en la Gloria; no te lo puedo explicar, pero aunque lo hiciera jamás lo entenderías”. Y seguí a mi rollo hasta que “perdí de vista mi palio entrando en Sierpes”. O al menos yo lo estaba viendo. Pero me he ido de caña y no le he contado cómo recibí ayer la otra palada de nostalgia. Y fue cuando por la noche, ya después de cenar, me fui al Recuadro, como suelo hacer cada día para terminar la jornada. A pesar de que el Miércoles no tuvimos imposición de Ceniza, por haberse tenido que ir el capellán italiano a Italia, acompañando el cadáver de un suboficial italiano que murió de un infarto el sábado pasado; yo ayer, aunque tenemos el destacamento todavía con bastante nieve y la temperatura media es de 0 grados, vi entrar la Cuaresma y con ella los primeros indicios de primavera, gracias al pastel de mi napolitano y a su artículo. Don Antonio, disfrute y exprima la Cuaresma por todos aquellos que este año no nos ha tocado poder hacerlo.»