Virtuosa en el arte de hacer guardar las distancias y experta en marcar los terrenos, la Reina Doña Sofía suele ganar triunfal y reiteradamente el título continental de bofetadas sin manos, especialidad boxística reconocida por la Federación Europea de Monarquías Reinantes. Rafa Nadal habrá quedado como Cagancho en Almagro con su petardo a lo Real Betis Balompié en el Roland Garros, pero en cambio Su Majestad la Reina acaba de revalidar el dorado cinturón de su preciado título de Campeona Europea de Bofetadas sin Manos, con algo tan sencillo como sacarse un billete de avión por Internet para acompañar a su hermano el Rey Constantino en Londres durante una operación de corazón bastante complicadita.

El «escenario», que dicen los giliparlantes, «con la que está cayendo», que suelen añadir, es el siguiente: mientras hay un pobre harto de sopa y borracho de votos, a quien el poder se le ha subido a la cabeza, que chulea a la nación española que se lo paga con el avión oficial en plan los-peces-en-el-río, esto es, que lo coge, y lo coge, y lo vuelve a coger, la Reina ha dicho con el augusto lenguaje de los gestos y de los silencios cómo hay que hacer las cosas, tal como está el patio patrio, y aunque no tuviéramos encima esta crisis y en derredor a cuatro millones de parados que contemplan los despilfarros del Gobierno. La Reina, por Internet, porque estos billetes sólo se sacan por Internet, ha cogido y, click, click, click, se ha sacado su billetito de «low cost» a Londres, por media pringà, que es lo que suelen costar estos boletos. En la acreditada compañía Ryanair, la línea aérea que preferimos los que, como nuestra economía, estamos tiesos.

Así que no me vengan con la milonga porteña de que estos dilapidadores van en Falcon por razones de seguridad. Supongo que los servicios de seguridad de la Casa de Su Majestad el Rey tienen el mismo librillo y los mismos maestrillos que los de la Presidencia del Gobierno. ¿Por qué no hay entonces el menor inconveniente de seguridad de que la Reina, que (como madre) no hay más que una, coja su vuelo de bajo costo, y en cambio el presidente del Gobierno, que lo cambiaremos en cuanto haya elecciones, tiene que ser preservado por el chorro de millones del Falcon (Crest)?

Sí, ya sé, ya sé por dónde van a salir. Los profesionales de la demagogia, los que están dividiendo a España otra vez en dos (los que tienen vergüenza y los que no la tienen), seguro que ponen reparos a la ahorradora decisión real. Seguro que dicen que no hay derecho, que por qué la Reina coge un avión de Ryanair, estando ahí las otras compañías de bajo coste, que por qué este agravio a Clickair, a Vueling, a Air Europa o a Spanair. Seguro que la Reina optó por ese vuelo por las mismas razones por las que todos escogemos el de bajo coste: porque era el más baratito desde Santander, donde había ido no de compras, sino a pelar la guardia del Día de las Fuerzas Armadas. Tan baratito, que yendo la Reina a Londres, el vuelo la dejó donde estos rebajados suelen, donde Cromwell perdió el gorro: en el aeropuerto de Stansted, que debe de estar mucho más lejos que Luton, que ya es decir, en el Condado de los Shirlocks Mirlows.

A partir de ahora, ¿con qué cara van a querer recortar las partidas que para la Casa Real consignan los presupuestos del Estado? A partir de ahora, ¿cómo podrán sacar el argumento republicanoide de que las Monarquías son muy caras, que un presidente de la República sale mucho más baratito que un Rey? No sé a cuánto estará el kilo de presidente de la República, pero anda que el presidente del Gobierno nos sale baratito por los colofones. Esta es la hora en que estamos esperando que Sonsoles se suba a un vuelo «low cost». Regia bofetada sin manos se llama la figura.