ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Betis y las recalificaciones

Cuando se acerca uno a Sevilla en avión y por causa de los vientos el aparato sobrevuela la ciudad a fin de tomar la pista de San Pablo en dirección favorable, se da uno cuenta de la de campo libre que queda aún en torno a la ciudad. Lo mismo pasa cuando se llega en el Ave y se ve Carmona recortada al fondo desde las ventanillas a la izquierda del sentido de la marcha. ¡La de terreno agrícola libre que hay a las mismas puertas de Sevilla! Aunque aquí en Sevilla no es tan claro como en el caso de Córdoba. Sin bajarnos del Ave y siempre desde las ventanillas de la izquierda del sentido de la marcha, cuando te acercas a Córdoba y la plateada flecha de alta velocidad (¡toma ya retórica!) va descendiendo de la sierra, llega un momento en que ves perfectamente dónde acaba el campo y comienza la ciudad. La linde es un arroyo. En una orilla, la sierra; en la otra, los primeros bloques de Córdoba. Vamos, como un Parque Alcosa a la cordobesa.

Pensando cínicamente, en el campo está nuestra ruina, la causa de la crisis. Sevilla siempre ha vivido del campo. Por algo fue la gran capital agraria de Andalucía. Sevilla vivía del campo cuando la agricultura era el primer rubro del empleo y del PIB. Los comerciantes sentían en sus cajas si la cosecha de trigo había sido mala, si este año venía buena la aceituna o cómo iba la saca del corcho en Constantina. La calle Sierpes era como la gran lonja de corredores de productos del campo, con su Wall Street en la puerta del Mercantil.

Cuando España se industrializó, los pueblos quedaron desiertos, los campesinos emigraron a la ciudad y la agricultura no era ya la fuente principal del PIB, Sevilla siguió viviendo del campo. No de la agricultura, ojo, pero sí del campo. No de lo que producía, sino del propio campo: de recalificarlo. Sevilla ha vivido muy por encima de sus posibilidades gracias a la cantidad de campo que se ha recalificado para hacerlo ciudad, pueblo, barriada, casita adosada, urbanización, «resort», campo de golf, polígono industrial. ¿Cuánto trabajo, cuánto dinero, cuánta actividad económica ha dado así el campo? Los mismos ayuntamientos han vivido del campo... recalificado. La mejor hectárea de regadío de la Vega de Carmona no producía tanto ni tenía tanto valor como una mierda de hectárea de secano malísimo, mas recalificable, en el borde urbano de Sevilla o de un pueblo.

Cuando Sevilla dejó de vivir del campo propiamente dicho, de la agricultura, hubo nuevas fuentes de creación de riqueza en la industria, en los servicios. Ahora ha dejado de vivir de este otro campo, del campo recalificable, ha caído con su hecatombe toda la industria de la construcción, del mueble, de los electrodomésticos, toda la caja fácil de dinerito fresco que hacían los ayuntamientos, y no se ha creado fuente alguna de riqueza alternativa. ¿Qué valor añadido tenía cada hectárea recalificada? Pues aproximadamente el valor de la ruina que tenemos ahora en todo lo alto. Por eso pienso cínicamente que mientras no vuelvan las recalificaciones del campo no levantaremos cabeza. Empezando por el Betis, que hasta que no le recalifiquen el campo, Lopera trinque la tela y se vaya, pues te puedes imaginar.

 

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